martes, junio 01, 2010

Hierofanías


Nace este mes con la transcripción casi automática del trance provocado por una voz que me atraviesa, un sueño desgajado que parpadea y emite luces estroboscópicas en mi memoria y el cansancio de una noche sin refugio:

La isla de las mariposas es una deformación geológica situada en medio de un archipiélago de cráteres sulfurosos que rodean la costa de Pompeya. Las naves tripuladas por númenes lunares avanzan sin reparar en los humores que se despliegan desde el fondo marino. Y miramos sin dejarnos mirar y no sabemos adónde se muda el vacío o el grito tras las máscaras de malaquita y alambre de púas. Los ojos dejan de ser ojos tras los ojos. La salida no es salida cartón colgado en el cuello de mi vecino el que duerme a la entrada de la panadería clausurada hace años a causa de un muchacho que perdió ambas manos en el horno ardiente… y no sólo eso: perdió las piernas y los sonidos eran frituras mordisqueadas por ratones mientras perdía las orejas y sus ojos dejaron de ser ojos tras los ojos y llegó el vacío y el grito a habitar su máscara de fuego que antes había sido de plumas y de papel. Y mi vecino regresa cada mañana para humedecer sus manos y su frente antes de posarse de nuevo al sol junto a su iguana y sus culebras antes de regresarlas al mar de la costa de Pompeya. Entran cautelosas las naves y a sus costados se adhieren restos de pieles que sirenas y leones marinos han arrancado a los cuerpos que suicidas nigromantes intercambian cada madrugada por muertos para hacerlos germinar en el jardín de la noche. Así crece el archipiélago y así duermen las mariposas exponiendo sus alas a la tintura de las algas sulfuradas. El espíritu explaya su inmensidad en uno de los pliegues del universo susceptible de cruzar los arrecifes y los cráteres más profundos: guaridas de silencio y terremoto. El espíritu atraviesa el infierno marino hasta alcanzar la bruma de la superficie. Observa la nave mientras repliega de nuevo las membranas elásticas de su cuerpo material hasta ofrecerse en ramo de nenúfares magentas. Es su saludo y su ofrenda para los númenes lunares que han de desembarcar en Pompeya a la búsqueda del cuerpo purificado por el fuego en su viaje de regreso a la masa del pan de la vida.

Dibujo: "Artistas cavérnicos"
Salvador Araujo

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