martes, julio 19, 2005

Cortazarianas II

Iba leyendo. Aunque es difícil concentrarme mientras voy en el metro, más que por el movimiento y la gente, porque siempre imagino que al tratar de atrapar una letra que se me escapa, la retina también se escapa con ella, se desprende como una lágrima y trato de no limpiarla, de tomarla con la punta de los dedos y volverla a acomodar en su sitio.
Imaginaba esto y me disponía a regresar a la lectura, cuando el metro se detuvo violento, en una posición incómoda, una curva. Me acomodé de nuevo, pero no pude seguir leyendo. Un rumor se iba expandiendo por todo el vagón hasta convertirse en el grito de una señora: "¡La puerta está abierta!" Todos volteamos hacia la puerta y hasta ese momento nos percatamos de que el tren que venía en sentido contrario también estaba detenido, y que de la cabina del conductor salía un señor que entraba por la puerta de nuestro vagón. Sin decir algo, cerró con las manos y se dirigió a la puerta que comunica a los vagones; la abrió con una llave rarísima y se metió al otro, y supongo que luego al otro y así hasta que llegó a la cabina de conductor para hacer avanzar el tren de nuevo. El tren del que él había salido se quedó ahí, vacío e inmóvil, a la espera de que alguien apareciera en sentido contrario y lo sacara de la oscuridad y el silencio que parecían tragarlo con la lentitud de las arenas movedizas.

1 comentario:

Silencio dijo...

Diablos, una vez nos quedamos atrapados, pero como no funcionaron las puertas, eramos el único vagón que lleno, nos llevaron y nos encerraron en uno de esos tuneles de servicio hasta que como media hora después alguien se dió cuenta que estabamos ahi.. iba lleno y llegue tarde a la escuela...

Salud y saludos al Mote