lunes, marzo 28, 2011

Hay días que son días que son noches


Febrero/ miércoles 2/ 2011.

Pulsación de estrellas arremetidas contra el valle áspero. Caleidoscopio de escamas subaéreas y murmullos supraterráneos. Sólo hay síncopes de ¾ marcando el avance de la espiral nubosa en ascenso. Sube, sube, sube hasta explotar miríadas de ajenjo luciferino en las copas de las constelaciones. Espiral: sólo espiral arrebatada a la piel de un tiempo que no es más que un latido de mono-ave que desdobla su cuerpo al ras de pedruscos vibrantes: sonaja de tierra ardiente.

Febrero/ martes 8/ 2011.

Decidir la soledad no se determina de manera gratuita. La vida de cada individuo está poblada de enredaderas y secretos que explotan en flores y bulbos brillantes y hacen que uno olvide que hay raíces oscuras que a momentos asoman sus ojos claros de entre la tierra. Yo tengo muchos ojos así que parecen dormidos y que de pronto parpadean y gritan. Yo tengo flores de navajas adheridas a mi piel y a mi sonrisa que brotan como espuma de carbón sulfatado. Yo tengo el desatino de ser como mi otro yo. Ese no: el otro.


Febrero / jueves 10/ 2011.

Amanuenses desintoxicados. Desconfiar del cuello abierto por un pedazo de vidrio crótalo aceitoso de mar enharinado.


Febrero / martes 15/ 2011.

Desnudas, las cuencas estelares se desfiguran tras su caída silenciosa que sólo se rompe al entrar fulminantes en el océano.

Febrero / lunes 28 / 2011.

Desciende el sueño rozando las piedras húmedas, musgosas de la calle todavía inhabitada. Antes de saltar por la ventana, el sueño despega una a una las pestañas de esa mujer, para que entre, a sus ojos, neblinoso y de un azul opaco, el último día de su vida. Ya en la noche sabía ella que esto pronto terminaría. Ya en la noche se había cansado de buscar en su pensamiento alguna explicación del baile suyo y el abismo día a día. Ya en la noche le había quedado bien claro. Alguien había planeado para ella otra vida en otra tierra; pero para ella cualquier tierra era la misma: la inutilidad de la palabra y la sonrisa cada día era la misma aunque la luz y el aire les rodearan con nombres impronunciables por distintos, iguales por distintos.

Marzo / viernes 4 / 2011.

Despierta con las nubes enterradas en los ventrículos capilares. Sus uñas, cuarteadas y amoratadas de tanto aferrarse a la materia onírica, guían los dedos hacia la salida que sus ojos desconocen, que su cuerpo desconoce. “No quiero el musgo ni el agua enlamada; no quiero: son restos de la esperanza perdida de los dragones; no quiero”, murmura con la voz ronca, todavía revuelta de moléculas del sueño. Su estómago se estremece y su boca se abre tan involuntariamente que sangran sus labios al estirarse así, dibujando un óvalo de sangre y saliva, de gotas densas de plata que arroja en un vómito de cantos estridentes producidos por una y otra y otra sombra. Sus ojos se humedecen. Antes de sentir que el estómago entero también asoma en densos coágulos plateados por su boca, musita su voz: “Tampoco el día, tampoco el día quiero”.

Marzo / martes 8 / 2011.

Coordinar los músculos. Los ojos: dos esdrújulas diamantinas que se traspolan de uno a otro hemisferio para no dejar pasar la luz. Las manos se sacuden el rocío del sueño peninsular: península el infierno que renace una y otra vez cada noche como animal en constante estado de recreación-regeneración.

Marzo / lunes 14 / 2011.

Nunca serás princesa y mucho menos reina de ninguna historia. Ningún canto inspirará nunca tu incoherencia, tu desatino de observador cejudo, tu tropiezo constante entre roca y agua, atroz y convulsa palabra salina. No serás siquiera un esbozo de imagen acrayolada sobre la pared, línea incrustada en el árbol adolorido, marca de pintura en un auto accidentado. Dolor de nada, de nadie. Sonrisa de nada, de nadie. Sombra de la voz de fuego, de la tempestad cruentísima y sonora. Tus palabras son tu única escucha y respuesta: no hay más que silicio en la lengua de quien dice conquistar tus entrañas.

Marzo / martes 22 / 2011.

Escucho la campana de la torre custodiada por peces de latón. Peces embrujados cuyas escamas peludas exhiben ojos disecados. Uñas que carcomen el infierno escupitajo de ceremoniosos ojos tras los vientres maternos: ojos de sal de azufre de plenilunio arrebatado al casacajo de trompicones inevitables: la nube besa al sol.



*Selección de fragmentos que conforman el proyecto Breviario de la brevedad: Navajas iliadiarias, 2011.