viernes, julio 09, 2010

Sonaja


Yo no entiendo qué pasa,
que cuando me río
salen de mi boca
catarinas de color magenta
con la panza llena de cascabeles y canicas
y las miro y pienso:
una sonaja que vuela...

Entonces río más fuerte
y no entiendo qué pasa,
que de pronto la risa es una avispa que se ahoga
y la enorme sonaja se cristaliza
y crece y se infla como vidrio al fuego
hasta explotar cascabeles y astillas
que iluminan el aire.

Monotipia: Miriam Puente

Zurcido luminar


Lo oí: el ruido blanco entre destello y destello del sonido saturado desenvolviéndose en los arcos de aquel patio de piedra me lo dijo. ¿Qué pasa con los sonidos que se vuelven imagen, que se vuelven palabra, que se vuelven color, que se vuelven universos evocados?
La música guarda entre los espacios que nacen del silencio y del tiempo entre cada golpe, un hilo narrativo que enlaza los sonidos como líneas en un diagrama punteado para crear una historia.
La música absorbe y nutre, se alimenta y alimenta, roba y llena el espacio aparentemente vacío.
La música parte de la más imperceptible hasta la más evidente sensación humana para transformarse en energía que exuda el cuerpo y traducirse en ruidos, tonos, silencios, gritos, murmullos, vibraciones viscerales que rebasan por mucho a lo anotado en una partitura.
La vida tendría que ser como la música que obedece a los impulsos espontáneos y efímeros: un sonido que explota y que recibe, a cambio, explosiones infinitas.
Aquí Boredoms: rayo que agujerea el cuerpo para zurcir en él marcas de luz: