viernes, julio 09, 2010

Zurcido luminar


Lo oí: el ruido blanco entre destello y destello del sonido saturado desenvolviéndose en los arcos de aquel patio de piedra me lo dijo. ¿Qué pasa con los sonidos que se vuelven imagen, que se vuelven palabra, que se vuelven color, que se vuelven universos evocados?
La música guarda entre los espacios que nacen del silencio y del tiempo entre cada golpe, un hilo narrativo que enlaza los sonidos como líneas en un diagrama punteado para crear una historia.
La música absorbe y nutre, se alimenta y alimenta, roba y llena el espacio aparentemente vacío.
La música parte de la más imperceptible hasta la más evidente sensación humana para transformarse en energía que exuda el cuerpo y traducirse en ruidos, tonos, silencios, gritos, murmullos, vibraciones viscerales que rebasan por mucho a lo anotado en una partitura.
La vida tendría que ser como la música que obedece a los impulsos espontáneos y efímeros: un sonido que explota y que recibe, a cambio, explosiones infinitas.
Aquí Boredoms: rayo que agujerea el cuerpo para zurcir en él marcas de luz:

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