martes, septiembre 06, 2011
No viven, arrastran
Buscando lo que no buscan: desarmarse sin saber que se desarman. Llorando lo que creen que no lloran: trastocan el invento, deslumbran sus propios ojos colgados de los árboles, secan el fruto recién esperanzadamente parido. No persiguen lo que persiguen obstinadamente: son incapaces de dejarse en paz la costra que, hecha para no olvidar el dolor, da comezón a diario. No dicen lo que estalla en sus párpados caídos en la luz de la nostalgia: gritan, acusan la imposibilidad de desempantanarse, de avanzar con las piernas y el cuerpo limpio, con la arañada conciencia en vías de regenerarse. No añoran lo que perdieron en el fuego, en el óxido, en la telaraña del desasosiego gratuito, del sufrimiento como impostura para jugar al maniquí azotado por la feroz incontinencia de la vida: no lo añoran porque lo sueñan, porque lo acunan en sus tiempos de ausencia, en sus idas al espejo: solos y vacíos. Ah! Pobres puntos apagados, enanas blancas esperando la consumación de su tiempo: no merecen ni un poco de asterisco ni satélite en mi galaxia de los puntos reflexivos. Puedo mirar sus cascarones, sus miradas autoconsumidas, sus corpulencias tintineantes e indefinidas, su inaplazable necesidad de robar a los otros lo que no pueden producir por sí mismos: sobrevivencia autogestiva. Es fácil identificarlos, incluso hablarles y soportarlos: hay que engañarlos haciéndoles creer que creemos sus engaños; no tomamos en cuenta ni sus insultos ni sus alabatorios; no nos interesamos en sus eufóricos proyectos que, como todo lo eufórico, se apaga con su propio incendio; no les hacemos ningún daño, por el contrario, les queremos, les alimentamos el ego y les decimos lo que quieren escuchar con tal de que no sospechen nunca que sabemos lo que de ellos creen que ignoramos: así son los fantasmas de reflexiones puntillosas: escarabajos cósmicos condenados a vagar en túneles que conectan cientos de galaxias: condena ganada a causa de haber sobrepasado la ruta tarifaria de vida que les fue concedida.
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