miércoles, septiembre 21, 2005

Discurso del psicólogo para quien peca de honestidad

Si usted tiene ganas de darse golpes contra la pared después de descubrir que ha revelado un dato que debió quedar en secreto para obtener una beca, no lo haga, pueden morir las neuronas que aún le quedan para aprender a mentir -o en todo caso quedarse callado- cuando es debido.
Tampoco se le ocurra deprimirse si dicha beca fue otorgada a un par de amigos suyos; mucho menos intente adivinar "en qué son mejores ellos", pues usted de antemano sabe que en este caso las comparaciones son inútiles e innecesarias, en principio porque no se duda de la calidad de ninguno, sólo son trabajos distintos, y enseguida, porque la calidad, en el caso de usted, no fue un obstáculo, sino un valor reconocido... Mmmmm. Algo no cuadra, pensará usted. Pero, ¿cómo iba a adivinar que primero debió renunciar a su centro de trabajo y después pedir la dichosa beca? No, ahora no lo intente, pues por fortuna aún conserva su trabajo, y además ha obtenido ayuda personalizada de un experto para corregir sus textos. Ahora sabe que de haber mentido le habrían quitado la beca de inmediato, y tal vez no la hubieran dejado volver a concursar después. Así que deje de quejarse, agradezca el reconocimiento, felicite a sus amigos, siga escribiendo y conténtese con eso.

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