La tercera temporada del Kalindrafario se inaugura con la traducción que hice de una breve entrevista realizada a Guadalupe Nettel sobre los temas que aborda en el libro de cuentos Pétalos y otras historias incómodas, publicado hace tres años en México y traducido hace un año al francés.
Me pareció necesario hacer esta versión al español de su discurso porque creo que es una de las autoras a las que se les conoce poco y se les juzga fácilmente, atribuyendo a su escritura una limpieza y una hechura impecables en la que hace falta, según los comentarios que he escuchado y leído, una pizca de evocación imaginaria y un tratamiento menos evidente de lo anormal.
Sin embargo, creo que su expresión de lo anormal se plantea desde un punto de vista que radica en la exploración de la vivencia propia, y por lo tanto no necesita imaginar cómo afrontaría determinada situación un personaje con alguna rareza particular, sino cómo reacciona el entorno -con todo y sus personajes y estructuras establecidas- a cierta rareza, que es natural en el personaje. La rareza y lo natural: la complicación cotidiana de la convivencia humana: la incomprensión de uno mismo que imposibilita la comprensión del otro: fuerza de voluntad para avanzar en el conocimiento de uno mismo para conocer al otro = ligar la vida y la literatura para situar en un punto específico y geográfico de la vida a la literatura.
Aquí sus palabras:
"Continuamente me preguntan por qué escogí hablar del valor de la anormalidad de algunas personas y por qué mis escritos se refieren de manera cruda al cuerpo: los olores y todo lo relativo a las secreciones.
La normalidad es una especie de prejuicio que existe en nuestra sociedad, donde se supone que la gente debe ser de cierta manera, tener cierto tipo de cuerpo, un cierto tipo de comportamiento, y lo que sale de los parámetros convencionales es considerado anormal.
Creo que los seres humanos somos capaces, muy capaces, de ver la belleza en las obras de arte: cuando miramos una pintura abstracta, no decimos “esta pintura debería ser más grande o más estrecha, o más alta o más pequeña, o tener otros colores que no están ahí”. Somos capaces de ver la belleza en el cuadro por lo que está ahí, y no por lo que debería ser. Es parecido con las plantas: cuando miramos una planta no decimos “esa planta debería ser más alta o más pequeña, o tener un follaje más complejo o más grande”; decimos ella es bella porque es, ella es bella porque es única, es la razón por la que no se parece a ninguna otra planta.
Entonces, cuando miramos a los seres humanos, no sé por qué razón no tenemos esta apertura de espíritu, esta apertura del corazón –porque la belleza la vemos con alguna parte del corazón– y por el contrario, estamos juzgando con los parámetros convencionales. Por ello, lo que yo quisiera es señalar el hecho de que todos los seres humanos tienen características que les distinguen de los otros, y que todas estas características que quisieran borrar o esconder de la belleza de cada persona, es en realidad lo que les otorga la belleza única y diferente, como sucede con una planta o con una obra de arte.
Con el amor pasa algo muy parecido al tema de la belleza: es cierto que en algún momento, cuando nos enamoramos, estamos totalmente absortos y miramos a la persona como un ser celestial. Pero en realidad, mientras más pasa el tiempo y mientras más conocemos a la persona, mientras más convivimos con ella, nos damos cuenta que esa persona, que percibíamos más como una imagen, es en realidad un ser humano como todos los otros, que tiene una humanidad que implica olores y secreciones. Aceptar a una persona con toda esta humanidad es lo que realmente hace que el amor dure más tiempo. El cine suele mostrarnos relaciones de parejas a través de imágenes planas que no reflejan la realidad, porque, como decía, la vida en pareja se aprende en la aceptación total de la humanidad de la persona con la que uno comparte la vida, y creo que es eso sobre lo que yo me enfoco en esta selección de textos."
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