viernes, junio 25, 2004

Lluvia mortífera

Hace unos días le comentaba a Mote que me daba algo de miedo pensar en las consecuencias que podría provocar tanta agua en la ciudad, sobre todo porque no está construida para soportar los altos niveles de humedad a los que se ha estado sometiendo continuamente desde hace casi un año. Esta falta de prevención es lógica si se toma en cuenta que geográficamente, el DF no pertenece a algún ecosistema específico, y hasta hace un par de años, el clima en la ciudad dependía de lo que dictara cada estación del año, no había una tendencia específica como en las zonas extremas del norte, del sur o de la costa.
¿Alguien más se ha preguntado hacia dónde se dirige este cambio climático tan radical? Supongo que el detonador ha sido el sobrecalentamiento de la tierra, que aun no he logrado comprender a qué se debe exactamente y cuáles podrían ser las medidas para detenerlo o aminorarlo.
Miles de seres vivos han perecido a causa del calor o frío tremendos, y ya es hora de que nos vayamos preparando para lo que nos tiene preparado este imparable torrente de lluvia. Extraña y grata coincidencia fue encontrar una serie de crónicas registradas a lo largo de la historia de la ciudad sobre los desastres que han ocasionado diversas inundaciones debido a la lluvia y a las deficiencias de nuestro sistema de drenaje desde la época prehispánica.
El texto apareció publicado justo hoy en La Jornada (de hecho, cada vez que me refiero a que encontré algo en el periódico, es éste), en la sección cultural:

MEMORIAS DE LA CIUDAD /EFECTOS DE LA FUERZA DE TLALOC
La incapacidad para desalojar agua residual, causa de históricas inundaciones
Desde la época prehispánica, la ciudad de México ha sido foco de fuertes descargas pluviales que, aunadas al problema del drenaje, sin solución pese a todos los esfuerzos, han convertido en auténticos ríos calles y avenidas, y han causado numerosos desastres a través de los siglos

JORGE LEGORRETA/ ESPECIAL

La historia de la ciudad de México en realidad ha sido una historia de inundaciones. A través de los siglos, nuestra urbe ha sido sometida a las fuerzas de Tláloc, dios de la lluvia que ha descargado -y seguirá haciéndolo- su furia pluvial sobre el valle de México.

Cada año la historia se repite. Invariablemente, durante la temporada de lluvias, las calles de la ciudad, principalmente de julio a septiembre, se convierten en auténticos canales; el agua brota por las coladeras del drenaje cual regaderas invertidas, producto de nuestra incapacidad histórica para desalojar el agua residual que, mezclada con la pluvial, satura los drenajes.

Desalojar el agua de la cuenca de México ha sido un problema heredado de la conquista española; desde el siglo XVI se ha intentado en vano resolverlo. La gran cantidad y variedad de inundaciones que hemos padecido demuestran que nuestros esfuerzos han resultado infructuosos.

Hasta ahora la ciudad ha padecido 22 grandes inundaciones: dos durante la época prehispánica, 11 en el virreinato, tres en el siglo independiente y nueve en el XX; de 1449 a 1951 una gran inundación cada 23 años en promedio. En las Memorias históricas sobre el drenaje, obra editada por Luis González Obregón, en 1902, y otra por el entonces DDF, en 1975, se ilustra con detalle la mayor parte de esos desastres que ha sufrido la ciudad durante poco más de 500 años.

Epoca prehispánica

1446. Aunque se registra otra inundación parcial en 1382, la de ese año es la más grande y extensa en tiempos del reinado de Moctezuma I. Probablemente gran parte de las chinampas, que por ese entonces tenían una extensión de tres kilómetros cuadrados, haya sufrido severos daños. El suceso obligó a construir, bajo la dirección de Nezahualcóyotl, un albarradón desde La Villa hasta Iztapalapa.

1499. Fue la primera y única provocada por el abastecimiento del agua traída en acueducto desde Coyoacán por Ahuizótl. La decisión de traer el líquido desde ese lejano sitio significó probablemente el primer conflicto político en esta materia. El señor o cacique de Coyoacán con atributos de brujo, llamado Tzotzoma o Tzutzumatzin, fue fuerte opositor a dicha obra, razón por la cual fue asesinado por órdenes del temido tlatoani mexica. A los pocos días de inaugurado el acueducto, en el año 1499, la ciudad se inundó a pesar de los albarradones construidos: "(...) la anegación aumentaba y no se limitó a los jardines y huertos, a las calles y plazas, sino que el agua impetuosa invadía las habitaciones, obligando a los vecinos a huir de sus casas y tomar refugio fuera de la ciudad". Los relatos de Sahagún, informan de otra inundación en 1517, en tiempos de Moctezuma II.

En plenitud de la conquista

1555. "El 17 de septiembre cayó un aguacero tan fuerte y continuado, que aunque cesó antes de 24 horas, bastó para que inundara por completo la ciudad y los pueblos de los alrededores (....) en cuatro días sólo se pudo transitar en canoas. Mucha gente, presa del espanto, abandonó sus habitaciones, y no pocas casas se derrumbaron". El virrey don Luis de Velasco citó inmediatamente al cabildo para tomar las medidas de emergencia; una de ellas fue la edificación de un segundo albarradón, llamado de San Lázaro.

1579. Intensas lluvias llenaron el caudal de los lagos circunvecinos y este incrementó el de las acequias que, rebozadas "(...) tuvieron varios días a México anegado, principalmente hasta principios del año 1580 (...) fue verdaderamente grande y lastimosa, porque inundadas las casas y las calles ni daba lugar las aguas al comercio ni a las funciones sagradas y políticas ni a la subsistencia de los moradores, perturbando su quietud y sosiego (...) se dificultaba la entrada de víveres (...) se oían por todas partes los gemidos de los afligidos, que parecían sofocados con los edificios que se desplomaban (...) por todas partes se miraban los efectos de una desgracia común, y muy particularmente en la ínfima plebe, porque sus casas son de caña y adobe".

1604. "Llovió con tal abundancia por el mes de agosto, que la laguna de México creció mucho, cubriendo las aguas todos los llanos de los alrededores y casi toda la ciudad, llegando el caso en algunas calles a verse obligados los vecinos a navegar en canoas, como testifica el historiador Juan de Torquemada, quien atravesó en una de ellas la calle de San Juan (...) El agua tardó en desaparecer más de un año; los cimientos se remojaron y se cayeron muchas casas".

1607. "Este año fue muy abundante el agua. El peligro no sólo lo produjeron las copiosas lluvias y grandes crecientes que tuvieron las lagunas, cuyas aguas se introducían por las puertas de las casas (...) innumerables manantiales brotaron en las calles y dentro del interior de los edificios. Para colmo de males, el 29 de junio fuertes y copiosos aguaceros cayeron sobre la población y los alrededores, derribando muchos de los edificios y muchas casas de campo del rumbo sureste. México estuvo a punto de arruinarse". Esta inundación obligó a iniciar la construcción del famoso túnel de Huehuetoca, por el cosmógrafo Enrico Martínez.

La más larga y desastrosa

1629. Duró más de cuatro años. "En el mes de julio los aguaceros fueron mayores; el agua que llovía en la ciudad se transminaba por las albarradas y presas, inundando los barrios y haciendo imposible el tráfico (...) en los suburbios, las casas de adobe se derrumbaban, causando la ruina y aún la muerte a los pobres habitantes (...) muchísimos quedaron lisiados y morían de hambre (...) los frailes y las monjas empezaron a abandonar los conventos. Las familias acomodadas se resolvieron a emigrar principalmente a Puebla. El 21 de septiembre, día de San Mateo, el copiosísimo aguacero duró 36 horas seguidas (...) el 22 la ciudad amaneció completamente inundada.

"El pánico fue inmenso, los daños materiales innumerables, las desgracias espantosas; no se oían sino clamores, pidiendo a Dios misericordia. Cesaron los sermones, el comercio de las tiendas (...) El 24, el arzobispo Francisco Manzo y Zúñiga hizo traer (de La Villa a Catedral) a la venerada imagen de la Virgen de Guadalupe, en una solemne procesión de canoas, ocupadas por nobles, frailes, sacerdotes y gente piadosa". Fue inútil; la inundación no cedió. El 16 de octubre, el citado arzobispo escribía al rey que "de 20 mil familias españolas avecindadas en México, sólo habían permanecido en la ciudad 400, y que 30 mil indios habían perecido en aquellos días, unos ahogados, otros sepultados bajo las ruinas, y no pocos de hambre. La peste sobrevino al siguiente año (1630) ocasionada por la humedad, el hambre, la corrupción de los cadáveres de tantos animales y aun de muchos pobres que a cada paso morían". Ante la desesperación, se buscaron los famosos sumideros, pero también fue inútil.

Así pasaron los años hasta finales de 1633, que fue cuando la inundación empezó a descender producto de fenómenos naturales: "(...) la evaporación lenta, pero eficaz, por una parte, y por otra temblores de tierra, que abrieron grandes grietas por donde se evacuaron las aguas y liberaron a México, también contribuyó mucho que en los años últimos fueron escasas de lluvias".

En medio de palacios barrocos

1714. "En junio se anegaron todos los barrios de México, muchas iglesias, conventos, calles y casas, salvándose únicamente la Catedral, Palacio y el centro de la ciudad". La historia registra igualmente otra importante inundación, siete años antes, en 1707.

1747. "El temporal fue tan fuerte, que obligó a suspender las fiestas de proclamación del rey Fernando VI esperadas con ansia por toda la población de la Nueva España. Las aguas destruyeron caminos, calzadas, albarradones, presas; desbordaron los diques de los lagos e hicieron salir de cauce a ríos y arroyos."

1763. "(...) los lagos se llenaron completamente (...) y se inundaron los barrios de San Lázaro y la Candelaria. El lago de Chalco vertió sus aguas en el de Texcoco."

1792. "La tarde del 17 de junio y la noche del 18 llovió tanto en México, que se inundó la ciudad, principalmente las calles de Plateros y San Francisco (Madero), y San José el Real y Espíritu Santo (Uruguay) (...) de pared a pared y de banqueta a banqueta. En la capilla de los Riojanos, en San Francisco, la gente tuvo que oír misa hincada sobre las bancas". Ya el superintendente Cosme Mier y Tres Palacios había manifestado con anterioridad el peligro de una inundación "si se continuaban utilizando muchas acequias y sustituyéndolas con caños o tarjeas bastante estrechos". La modernización realizada en la ciudad en tiempos del segundo conde de Revillagigedo, incluyendo principalmente el "entubamiento" de las acequias, fue la causa de más inundaciones, según la opinión de algunos peritos de ese tiempo.

1806. "El 8 de septiembre las llanuras de Chalco y Xochimilco y las dilatadísimas de México y Tetzcoco estaban inundadas. El lago de Tetzcoco se había extendido tanto que llegaba hasta la calzada de San Cristóbal, Cerro Gordo, Santa Clara, Zacualco y el Pocito de la Villa de Guadalupe; hacia el sur, el pueblo de los Reyes y cubriendo el camino de Puebla hasta Santa Marta, Santa María, Santa Cruz y la falda del cerro de Ixtapalapan, dejando aislado los dos Peñoles."

1819. "A consecuencia de las excesivas lluvias de septiembre, se desbordaron los ríos, arroyos y torrentes. Entre la noche del 25 y el amanecer del 26, el mismo virrey (Apodaca) encontró inundado el terreno comprendido desde Tlalnepantla hasta Texcoco (...) y entre la calzada de Peralvillo a la Villa de Guadalupe, y esta población completamente inundada en su parte baja. El 27 se desbordó el río Guadalupe y en octubre todavía era imposible celebrar el culto en el templo de San Fernando. En el interior del templo de Los Angeles (colonia Guerrero) subió el agua más de vara y media (l.06 metros) como lo indicaba una señal que allí se puso y que decía: hasta aquí llegó la inundación de 1819."

En compañía de los imperios

1851. "El 24 de septiembre cayó un aguacero tan fuerte, que el agua subió mucho en las calles, penetró en las casas y causó graves perjuicios en los almacenes del comercio; los habitantes de México sufrieron resignados aquella inundación (...) que para ellos no era nueva."

1865. Durante su efímero imperio, Maximiliano fue testigo de una de las múltiples inundaciones. "Los ríos del Valle fueron incapaces para mantener las crecientes dentro de sus cajas, e insuficiente personal de ingenieros empleado en reponer los daños hechos en los ríos y obras anexas. En octubre el agua de Tetzcoco entraba a la ciudad e inundaba las calles bajas; las lluvias habían cesado y no obstante, el nivel de la inundación crecía de un modo persistente en más de un centímetro por día. Estaban inundadas las calles de Palma, el Refugio, las del Reloj y Apartado, las de la Merced y la Santísima". A raíz de esta inundación, el emperador austriaco autorizó la edificación del Gran Canal del Desagüe y el túnel de Tequixquiac.

1875. Ultima del siglo XIX que provocó "en los barrios pobres e insalubres del norte y oriente de la capital una epidemia de fiebre tifoidea" (Musset, 1992).

Primera mitad del siglo XX

1900. En forma por demás sorprendente, en julio de 1900 a sólo cuatro meses de inaugurado el Gan Canal del Desagüe, cuyo propósito fue evitar para siempre las inundaciones, se produjo otra inundación más "(...) el agua llegó hasta las plataformas de los tranvías; a finales de ese año y en 1901 hubo nuevas inundaciones en Santa Ana, La Candelaria, Santiago, San Lázaro, Los Angeles, La Tlaxpana, Niño Perdido y, en general, en la parte suroeste de la ciudad".

1910. "En julio fuertes aguaceros inundaron Bucareli, Belém, la Sexta Demarcación, Peralvillo y la Merced, haciéndose necesaria la intervención de los bomberos. En septiembre, en el apogeo de las fiestas del centenario, se inundaron los pueblos de Mixcoac y la Piedad, principalmente esta última."

1937. "El primero de junio se inundó la ciudad y con motivo de los daños producidos se elaboró un plan de control fluvial". Por estos tiempos la solución, irremediablemente temporal, sería instalar más bombas para elevar el agua al drenaje que sufría descensos considerables; asimismo, lo sería la aceleración de los trabajos del segundo túnel de Tequixquiac.

1941. "La ciudad de México sufrió dos inundaciones (y otra) en 1942 provocada por el desbordamiento de los ríos que la cruzan (y otra más) en 1944 debido a las torrenciales lluvias de ese año. Las lluvias, las inundaciones y los encharcamientos siguieron más o menos graves."

Las últimas del siglo XX

1950. "La más abundante precipitación pluvial de los últimos 15 años (12 centímetros por hora) inundó de agua y lodo dos terceras partes de la ciudad de México. Las consecuencias de este alud fueron desastrosas y funestas; se recogieron cinco muertos y numerosos heridos. Las colonias más afectadas fueron Cuauhtémoc, Escandón, Tacubaya, Roma Sur, Del Valle y Narvarte. Hubo lugares donde el agua alcanzó tres metros y arrasó automóviles y casas." (Adrián García, 1972)

1951. Los meses de julio y agosto ocurrieron las peores inundaciones sufridas por la ciudad en la segunda mitad del siglo XX y que afectaron la parte más céntrica, como las calles de 16 de Septiembre, Bolívar y Motolinía. El diario Excélsior del 16 al 18 de julio relata: "(...) un torrencial aguacero descargó sobre el valle de México la más copiosa precipitación pluvial convirtiendo a la capital y varias delegaciones en un inmenso lago (...) la inundación, una de las más desastrosas que ha ocurrido en el Distrito Federal, causó pérdidas incalculables. Desde Pino Suárez hasta Bucareli las calles fueron cubiertas por agua. En las colonias Guerrero, San Juanico, Santa Julia, Peralvillo, Merced, Tacuba, Argentina, Legaria, Pensil y Vallejo, el agua subió más de medio metro. El 18 continuó la tremenda inundación que afectó, además, las colonias Guerrero y Santa María la Rivera. La respuesta inmediata fue la puesta en operación de potentes bombas para disminuir el nivel del agua, pero fue inútil. El día 30 la inundación alcanzó las calles de Motolinia, Bolívar, Artículo 123, López y San Juan de Letrán".

Presagios de problemas

A finales del siglo XX y principios del XXI, la naturaleza concedió diversos presagios de problemas. En julio de 1992 el agua de la Presa Tequilazco, ubicada en el corazón de la colonia Las Aguilas, rebasó la cortina de concreto y penetró en 450 casas y en su cauce se llevó alrededor de 110 automóviles. Las colonias residenciales más afectadas fueron Atlamaya y Lomas de San Angel Inn, y una de las viviendas más dañadas fue la del pintor mexicano Manuel Felguérez. Un desastre de esa magnitud no se había registrado en la zona.

Entre el 17 y 18 de agosto de 1997 tuvo lugar una fuerte precipitación pluvial que provocó el desbordamiento del Río San Borja, e inundando y dañando gran parte de las colonias Golondrina, Barrio Norte y Olivar del Conde. Las viviendas más dañadas fueron principalmente las construidas a los lados del lecho del río; éste, al descender, se encuentra entubado y cruza el Periférico para tomar el nombre de Río Becerra, precisamente por donde se extiende el Distribuidor Vial.

Al despuntar el siglo XXI y a mediados de junio de 2000 se produjo en Iztapalapa otra inundación parcial provocada por el desbordamiento del agua por la lumbrera del drenaje profundo, ubicada al lado del monumento llamado Cabeza de Juárez; allí el agua ascendió 30 metros hasta salir a la superficie, fenómeno nuevo en la historia de ese sistema.

Los tres más recientes acontecimientos relatados efectivamente son avisos de que, sin duda, ensanchamos una vez más, a mediano plazo, el camino hacia una catástrofe hidráulica. A menos, claro está, que impidamos todos que el agua pluvial se siga conduciendo a los drenajes.


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