Este mes, la invitada es Carmen Boullosa, quien fue elegida aprovechando que acaba de publicar una nueva novela. Me llamó mucho la atención el texto que resultó de la entrevista y a continuación lo comparto (editado, pues está muy largo); con suerte también les da ganas de conocer algo de su obra.
Por: Adriana del Moral Espinosa
“Nunca me pongo en la disyuntiva de si soy poeta o novelista o dramaturga. Pienso que soy escritora y ya”, explica Carmen Boullosa; escritora lúdica, extravagante, inverosímil, fantasmagórica. No existe nada en la literatura actual semejante a esta bruja-duende de la literatura, como la describió Vicente Leñero.
Para Carmen Alardín, ella es “uno de los pocos casos en que se dan felizmente la dramaturga y la poeta. Y aunque su teatro tiene mucho de poético, su poesía es esencial, escueta, y nada tiene de drama.” Ya en los ochenta José Ramón Enríquez escribía en Proceso: “Dijo algún día Breton: ‘la obra de Frida Kahlo es una cinta de seda alrededor de una bomba'; en el caso de Carmen Boullosa, establecidas las diferencias, cabe decir lo mismo”.
Nació en 1954 en la Ciudad de México. En 1976 obtuvo la beca Salvador Novo de Bellas Artes, y en 1992 la de la Fundación Guggenheim. Fue redactora del Diccionario del Español en México de El Colegio de México. Su obra ha sido traducida al inglés, alemán, austriaco, holandés y francés.
En la adolescencia perdió a su madre y a su hermana María José. Desde los quince años sentía que era escritora. Escribía muchos versos, algunos con canciones, pero afirma que no guarda ni uno porque “eran malísimos”.
Más tarde hacía libros empastados por ella misma, pero no los mostraba a nadie, porque “ser escritor es una vergüenza (...) el escritor es un traidor de todas las situaciones, es un ser de poco fiar. En cualquier novela de cualquier escritor sale todo lo de la gente que le rodeaba y que convivió con él. El escritor le saca a la gente todo cuanto puede para utilizar y hacer parte de su libro, con mayor o menor fortuna.”
Boullosa rechaza tajantemente la idea de individuo, y aclara que el autor no escribe necesariamente desde su intimidad, porque “desde nuestra más profunda intimidad somos parte de los otros, hechos de los otros (...) Mi piel son ustedes y lo que la ha formado. Fuera de los otros me desintegro, estallo como la masa en el vacío.”
Escribir a lo etéreo para escapar de sí misma
Carmen Boullosa hizo estudios de Lengua y Literatura Hispánica en la Universidad Iberoamericana y en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero no terminó la carrera en ninguna de las dos. En la universidad sentía que no tenía nada que estar haciendo allí, que más bien tenía que escribir.
“Lo que a mí me interesaba era escribir, un poco a lo etéreo, sin pensar en publicar ni en hacer una vida profesional, una carrera de la escritura. No pensaba en eso. Tardé en darme cuenta que libro que se publicaba, libro que se leía y se criticaba.”
En su opinión, todo aquel que escribe lo hace “porque no puede escoger otro tema, si es auténtico. No es para obtener dinero. Uno escribe o se muere.”
Para ella, “los textos literarios son seres vivientes y comen, como el vampiro, sangre fresca.”
“(...) me parece que en los escritores hay siempre una máxima que les dicta: ‘fáltate al respeto a ti mismo'. Esta es una necesidad de la vocación del escritor. Al él no le pertenecerá ya más ni su intimidad, ni su memoria, todo será parte del archivo con que trabajará para armar sus páginas, todo será material de trabajo, materia prima por decirle así. El autor se usará irrespetuosamente.”
Confiesa que le gusta muchísimo más el mundo literario que el de la vida real. “Digamos que si soy escritora nunca fue para buscarme a mí misma. Siempre he tratado de escapar de mí, me caigo muy mal, no me gusta estar en mí.”
Carmen podría resultar hasta misántropa en cuanto al mundo literario se refiere: “Yo no creo en el amiguismo. Más bien creo que la amistad, en el caso de la literatura, es profesional”. Afirma que casi no lee novelas mexicanas “porque no soy crítica literaria”, y pese a que algunos de sus amigos artistas son como sus hermanos, más bien es fruto de un agruparse con gente que tiene algo en común con su mundo de sensaciones e inquietudes.
Además de escribir de manera entre compulsiva y disciplinada, Carmen elabora libros de los llamados de “artista”, con los que ha participado en exposiciones en el Museo Carrillo Gil, el de Arte Moderno de la Ciudad de México y la Sala Pablo Ruiz Picasso de Madrid, entre otros.
Los libros de arista son piezas hechas de manera artesanal con prensas planas de tipo móvil y papel de alta calidad en tirajes menores a los cien ejemplares. Aprendió el oficio con Juan Pascoe, en el Taller Martín Pescador, donde se publicó su primer poemario, La memoria vacía (1977).
Su propio taller se llama Tres sirenas, y ha editado obras diversas, como El libro del olvido de su amiga pintora Magali Lara o Las debutantes y una visita, donde aparece un cuento suyo ilustrado por Marcos Linares.
Poeta, dramaturga, novelista
Considera a Ramón López Velarde su padre poético. En poesía ha publicado La memoria vacía (1977), El hilo olvida (1978), La infiel, Ingobernable (1979) , La salvaja (1987), La bebida (2002), Salto de mantarraya y La delirios, entre otros.
Su obra también forma parte de la antología Ellas, voces, poemas, de Ana Belén López. Aquí se reúne el trabajo de poetas como Elsa Cross, Mónica Nepote, Myriam Moscona, Carmen Villoro y Verónica Volkow.
Sin embargo, explica que su escritura no puede estar circunscrita únicamente al género poético. “Si fuera nada más poeta, hubiera escrito muchos poemas malos, porque yo necesito escribir. Para mí escribir es un placer, un sedante. Y según yo un buen poema tiene que ser escrito en un momento límite, en un estallido.”
Ha escrito las obras de teatro Trece señoritas (1983), Cocinar hombres (1985), Los totoles (1985), Mi versión de los hechos (1987), Roja doméstica, Propusieron a María (1987), Jardín Elíseo (1996); y es coautora de XE Bululú (1984).
A muchas de sus obras se les ha emparentado con el teatro del absurdo, aunque la autora rechace estar dentro de esa tradición.
Aura y las once mil vírgenes fue escrita especialmente para su compañero, Alejandro Aura. En ella, el protagonista sueña que por mandato divino debe tirarse a las once mil vírgenes que aún quedan en el mundo.
En Mi versión de los hechos aparecen dos personajes pintores: Magali Lara, quien es para ella como una hermana, y José Luis Cuevas, ilustrador de la versión impresa de la obra. Esta es una historia sobre el cansancio de una mujer harta de seducir y conquistar que simplemente busca estar en paz en cualquier parte.
En su propia opinión, Antes es la novela de todas sus novelas. Por ella, recibió el premio Xavier Villaurrutia en 1989. Aunque “es una obra que se comió mis recuerdos”, explica que la protagonista del libro, no es Carmen Boullosa. “Por un acto de posesión literaria, la personaje sin nombre que es protagonista y narradora de Antes , tomó mi fecha de nacimiento, mi casa y un miembro de mi familia (mi abuela) para contar su historia, una historia que no es la mía (...)”
“Nací en la misma ciudad, en el mismo barrio; fui a la misma escuela. Tuve la misma abuela que ella, el mismo tío Gustavo, pero no tuve su misma alma, ni su mismo conflicto, ni su misma mirada (...), la condené, escribiéndola, a un destino atroz que no es la vida y no es tampoco la muerte.”
En un ámbito completamente distinto se sitúa Son vacas, somos puercos (1991) , historia de piratas en el Caribe del siglo XVII. Esta obra implicó una exhaustiva preparación documental por parte de la autora, que fue enriquecida y filtrada por su fantasía.
Por esta novela, el escritor colombiano Álvaro Mutis nombró a Carmen miembro de la cofradía “Etonant Voyager”, que significa Viajeros sorprendentes. El grupo reúne a escritores de viajes y viajeros, y tiene sede en Saint Malo, en Bretaña.
El médico de los piratas (1992), tiene la misma anécdota de Son vacas, somos puercos, pero contada de forma distinta. Para la autora, esas dos obras, junto con Isabel, “roja noveleta rosa de vampiros”, formaría una trilogía que podría llamarse “Soy el esclavo que perdió su cuerpo”.
Boullosa, prolífica escritora, revela: “Es posible que mi oficio de escribir no haya tocado mis áreas volitiva y racional simplemente porque carezco de ellas. Soy un atado de bajas pasiones proclive a la gran aventura que es escribir.”
Para Carmen Alardín, ella es “uno de los pocos casos en que se dan felizmente la dramaturga y la poeta. Y aunque su teatro tiene mucho de poético, su poesía es esencial, escueta, y nada tiene de drama.” Ya en los ochenta José Ramón Enríquez escribía en Proceso: “Dijo algún día Breton: ‘la obra de Frida Kahlo es una cinta de seda alrededor de una bomba'; en el caso de Carmen Boullosa, establecidas las diferencias, cabe decir lo mismo”.
Nació en 1954 en la Ciudad de México. En 1976 obtuvo la beca Salvador Novo de Bellas Artes, y en 1992 la de la Fundación Guggenheim. Fue redactora del Diccionario del Español en México de El Colegio de México. Su obra ha sido traducida al inglés, alemán, austriaco, holandés y francés.
En la adolescencia perdió a su madre y a su hermana María José. Desde los quince años sentía que era escritora. Escribía muchos versos, algunos con canciones, pero afirma que no guarda ni uno porque “eran malísimos”.
Más tarde hacía libros empastados por ella misma, pero no los mostraba a nadie, porque “ser escritor es una vergüenza (...) el escritor es un traidor de todas las situaciones, es un ser de poco fiar. En cualquier novela de cualquier escritor sale todo lo de la gente que le rodeaba y que convivió con él. El escritor le saca a la gente todo cuanto puede para utilizar y hacer parte de su libro, con mayor o menor fortuna.”
Boullosa rechaza tajantemente la idea de individuo, y aclara que el autor no escribe necesariamente desde su intimidad, porque “desde nuestra más profunda intimidad somos parte de los otros, hechos de los otros (...) Mi piel son ustedes y lo que la ha formado. Fuera de los otros me desintegro, estallo como la masa en el vacío.”
Escribir a lo etéreo para escapar de sí misma
Carmen Boullosa hizo estudios de Lengua y Literatura Hispánica en la Universidad Iberoamericana y en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero no terminó la carrera en ninguna de las dos. En la universidad sentía que no tenía nada que estar haciendo allí, que más bien tenía que escribir.
“Lo que a mí me interesaba era escribir, un poco a lo etéreo, sin pensar en publicar ni en hacer una vida profesional, una carrera de la escritura. No pensaba en eso. Tardé en darme cuenta que libro que se publicaba, libro que se leía y se criticaba.”
En su opinión, todo aquel que escribe lo hace “porque no puede escoger otro tema, si es auténtico. No es para obtener dinero. Uno escribe o se muere.”
Para ella, “los textos literarios son seres vivientes y comen, como el vampiro, sangre fresca.”
“(...) me parece que en los escritores hay siempre una máxima que les dicta: ‘fáltate al respeto a ti mismo'. Esta es una necesidad de la vocación del escritor. Al él no le pertenecerá ya más ni su intimidad, ni su memoria, todo será parte del archivo con que trabajará para armar sus páginas, todo será material de trabajo, materia prima por decirle así. El autor se usará irrespetuosamente.”
Confiesa que le gusta muchísimo más el mundo literario que el de la vida real. “Digamos que si soy escritora nunca fue para buscarme a mí misma. Siempre he tratado de escapar de mí, me caigo muy mal, no me gusta estar en mí.”
Carmen podría resultar hasta misántropa en cuanto al mundo literario se refiere: “Yo no creo en el amiguismo. Más bien creo que la amistad, en el caso de la literatura, es profesional”. Afirma que casi no lee novelas mexicanas “porque no soy crítica literaria”, y pese a que algunos de sus amigos artistas son como sus hermanos, más bien es fruto de un agruparse con gente que tiene algo en común con su mundo de sensaciones e inquietudes.
Además de escribir de manera entre compulsiva y disciplinada, Carmen elabora libros de los llamados de “artista”, con los que ha participado en exposiciones en el Museo Carrillo Gil, el de Arte Moderno de la Ciudad de México y la Sala Pablo Ruiz Picasso de Madrid, entre otros.
Los libros de arista son piezas hechas de manera artesanal con prensas planas de tipo móvil y papel de alta calidad en tirajes menores a los cien ejemplares. Aprendió el oficio con Juan Pascoe, en el Taller Martín Pescador, donde se publicó su primer poemario, La memoria vacía (1977).
Su propio taller se llama Tres sirenas, y ha editado obras diversas, como El libro del olvido de su amiga pintora Magali Lara o Las debutantes y una visita, donde aparece un cuento suyo ilustrado por Marcos Linares.
Poeta, dramaturga, novelista
Considera a Ramón López Velarde su padre poético. En poesía ha publicado La memoria vacía (1977), El hilo olvida (1978), La infiel, Ingobernable (1979) , La salvaja (1987), La bebida (2002), Salto de mantarraya y La delirios, entre otros.
Su obra también forma parte de la antología Ellas, voces, poemas, de Ana Belén López. Aquí se reúne el trabajo de poetas como Elsa Cross, Mónica Nepote, Myriam Moscona, Carmen Villoro y Verónica Volkow.
Sin embargo, explica que su escritura no puede estar circunscrita únicamente al género poético. “Si fuera nada más poeta, hubiera escrito muchos poemas malos, porque yo necesito escribir. Para mí escribir es un placer, un sedante. Y según yo un buen poema tiene que ser escrito en un momento límite, en un estallido.”
Ha escrito las obras de teatro Trece señoritas (1983), Cocinar hombres (1985), Los totoles (1985), Mi versión de los hechos (1987), Roja doméstica, Propusieron a María (1987), Jardín Elíseo (1996); y es coautora de XE Bululú (1984).
A muchas de sus obras se les ha emparentado con el teatro del absurdo, aunque la autora rechace estar dentro de esa tradición.
Aura y las once mil vírgenes fue escrita especialmente para su compañero, Alejandro Aura. En ella, el protagonista sueña que por mandato divino debe tirarse a las once mil vírgenes que aún quedan en el mundo.
En Mi versión de los hechos aparecen dos personajes pintores: Magali Lara, quien es para ella como una hermana, y José Luis Cuevas, ilustrador de la versión impresa de la obra. Esta es una historia sobre el cansancio de una mujer harta de seducir y conquistar que simplemente busca estar en paz en cualquier parte.
En su propia opinión, Antes es la novela de todas sus novelas. Por ella, recibió el premio Xavier Villaurrutia en 1989. Aunque “es una obra que se comió mis recuerdos”, explica que la protagonista del libro, no es Carmen Boullosa. “Por un acto de posesión literaria, la personaje sin nombre que es protagonista y narradora de Antes , tomó mi fecha de nacimiento, mi casa y un miembro de mi familia (mi abuela) para contar su historia, una historia que no es la mía (...)”
“Nací en la misma ciudad, en el mismo barrio; fui a la misma escuela. Tuve la misma abuela que ella, el mismo tío Gustavo, pero no tuve su misma alma, ni su mismo conflicto, ni su misma mirada (...), la condené, escribiéndola, a un destino atroz que no es la vida y no es tampoco la muerte.”
En un ámbito completamente distinto se sitúa Son vacas, somos puercos (1991) , historia de piratas en el Caribe del siglo XVII. Esta obra implicó una exhaustiva preparación documental por parte de la autora, que fue enriquecida y filtrada por su fantasía.
Por esta novela, el escritor colombiano Álvaro Mutis nombró a Carmen miembro de la cofradía “Etonant Voyager”, que significa Viajeros sorprendentes. El grupo reúne a escritores de viajes y viajeros, y tiene sede en Saint Malo, en Bretaña.
El médico de los piratas (1992), tiene la misma anécdota de Son vacas, somos puercos, pero contada de forma distinta. Para la autora, esas dos obras, junto con Isabel, “roja noveleta rosa de vampiros”, formaría una trilogía que podría llamarse “Soy el esclavo que perdió su cuerpo”.
Boullosa, prolífica escritora, revela: “Es posible que mi oficio de escribir no haya tocado mis áreas volitiva y racional simplemente porque carezco de ellas. Soy un atado de bajas pasiones proclive a la gran aventura que es escribir.”
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