lunes, junio 13, 2005

De un autodidacta a otro (para Mote)

Y si es difícil darse cuenta de lo que están haciendo los escritores mexicanos, no digamos los artistas plásticos. Más allá de Toledo y Gabriel Orozco, o los de siempre, los más famosos Rivera, Kahlo, Siqueiros, Orozco y Tamayo, como si fueran los únicos y después de ellos no hubiera nadie más (aclaro: su fama mundial no nulifica su obra, sólo hace evidente la falta de interés por otros artistas), actualmente hay joyitas escondidas en nuestra ciudad y lejos de ella, que no dejan de trabajar y que a duras penas se van dando a conocer. Aunque si bien recuerdo, Sergio Hernández ya había expuesto en el MAM, sólo que de eso hace tiempo y no se había puesto otra exposición de él. Creo que -para variar- se conoce más su trabajo en el extranjero que aquí, pero por eso, ahora tendremos la oportunidad de visitar dos exposiciones suyas. Después de ver la foto de uno de sus grabados en el periódico, me dí cuenta de que por fortuna, todavía hay creadores que acuden a la imaginación, que deciden transformar su entorno exterior mezclándolo con paisajes interiores, que tal vez parten de recuerdos, sueños o visiones pesadillescas, y dan por resultado una confrontación de líneas y figuras que parecen lidiar armónicamente en el mismo espacio para crear, a la vez, su propio espacio. Son trazos fuertes, directos, libres; consecuencia de la obsesión, autocrítica, reflexión y búsqueda contínua de nuevas directrices que suelen invadir a los autodidactas, sea cual sea su campo y medio de expresión. Y no me dejará mentir aquél que no duerme a causa de la ansiedad por agregar o quitar colores, texturas, un ojo, una mano. Es una ansiedad distinta de quien sabe qué líneas, qué fondos, qué contrastes deben conjugarse, tienen que aparecer para ser parte de tal o cual estructura, corriente, amalgama, atadura, a final de cuentas, porque son contados los casos de quienes aprovechan lo que aprenden de las reglas para romperlas. Y lo mismo con la música. Y sobre todo, con las palabras, porque no es lo mismo escribirlas ordenadamente que seguir un orden para escribirlas.
En fin, que es hora que los museos dejen atrás su función de mausoleo y quienes los dirigen pierdan el miedo de invitar a los artistas vivos. Que se necesita un arduo trabajo para buscar calidad, es cierto, porque ya es públicamente sabido que estudiar en renombradas escuelas de arte no es garantía (luego paso la nota publicada en Proceso), ni tampoco puede juzgarse a la obra o al artista por su juventud o madurez. Por lo pronto, Sergio Hernández.
Entrevista publicada en La Jornada, el 8 de junio de 2005.
Sergio Hernández despliega historias con su abecedario autodidacta
Con esta técnica, el artista trabajó las ilustraciones para una carpeta a propósito de la obra de Quevedo ''Hago color como una forma, si no experimental, sí como curiosidad''
MERRY MACMASTERS

"Cada vez descubro que con lo monocromo me resulta más directa la comunicación con el espectador", dice el artista a La Jornada
Conocido más como pintor, para Sergio Hernández (Huajuapan de León, Oaxaca, 1957) incursionar en el grabado ha significado hacerlo sin concesiones.
Mientras por una parte el grabado ''no implica gran inversión en la cual puede uno atreverse más, al experimentar, por la otra, la misma técnica impide una manipulación exagerada del virtuosismo, porque es directo, llámese buril o punta seca. No hay tiempo, no hay concesión''.
Continúa: ''Ahora estoy en esa etapa que me da el grabado: poder hacer con mucha libertad, sin pensar en qué va a resultar, como en la pintura, que está más limitada por esas situaciones. Lo mismo me pasa en la escultura que me está dando mucha libertad.
''Por fin estoy entrando a la pintura por medio de una relación mucho más directa, sin preocuparme tanto por las técnicas. Porque he sido muy cuidadoso también con las formas en la pintura. Entonces, por fin conseguí una relación, digamos, saludable con mi trabajo.''
Por primera vez el artista realiza una exposición de grabado. Originada en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), Estampas de Sergio Hernández se inaugurada hoy a las 19:30 horas en el Centro de Cultura Casa Lamm (Alvaro Obregón 99, colonia Roma).
Integrada por una selección de grabados hechos en diferentes épocas, para su estadía en Casa Lamm se le ha agregado una carpeta nueva, Eklipsis, realizada en el taller oaxaqueño de Fernando Sandoval, en la que se impone el color negro.
Explica: ''En lo técnico me interesa mucho el ácido y lograr los negros más fuertes mediante el carborundum, que consiste en rayar la placa hasta lograr un negro muy aterciopelado. Y de allí limpiar lo que uno quiere resaltar de luces.
''Cada vez descubro que lo monocromo me resulta más directo para comunicar mi trabajo al espectador. Al principio abusé mucho del color, sobre todo en la pintura y en algunos grabados como los del Popol Vuh que hice en el taller de Peter Bramsen, en París.
''Me quedé con la sensación de que cada técnica tiene sus propias características y recursos para lograr una afinidad con lo que se quiere hacer.
''En el caso del grabado, para mí es el negro. No lo concibo mucho con el color, aunque a veces hago color como una forma, si no experimental, sí como curiosidad. Sin embargo, en realidad lo que siempre he tratado es el blanco y negro en aguafuerte, aguatinta, azúcar, ácido directo, con buril o punta seca, que es el color aterciopelado que busco.
''Sobre todo el negro logrado como un medio de incidir en el metal, como tratar de sacar de la viruta del metal borrándolo y volviendo a dibujar.''
Cercanía entre gráfica y escultura
Así fue como Hernández trabajó las ilustraciones del libro barroco sobre Francisco de Quevedo, Sueño de la muerte, cuyo resultado fue una carpeta de nueve grabados al aguafuerte realizados en el taller madrileño de Denis Long.
Allí dibujaba la placa y ya que estaba terminada, la borraba para ver qué quedaba del negro. Este ejercicio vino a ser un homenaje a Cy Twombly y su grafismo. El negro también como parte de una contracara del color de sus óleos o de sus esculturas. Su gráfica, dice, se acerca más a sus esculturas. El esgrafiar sus esculturas.
Anota: ''Cuando hago mi escultura trato de evitar lo liso. Entonces, rayo la superficie, y esto lo traslado a la gráfica. Por lo general son una especie de tatuajes, como los que hacen en los cuerpos. Pero, al igual que en la piel, en la placa nunca va a ser un negro profundo. Para lograrlo hay que atacarlo muchas veces en el ácido. Se requieren de muchos recursos técnicos, pero me gustaría que las placas nada más fueran negras, sin ningún dibujo, sin tocarlas, aunque no sé cómo llegar a eso''.
En lo temático, Hernández es fiel a sí mismo al recurrir una y otra vez a la muerte, el amor; la vida en la calle, es decir, los mercados, los basureros; la naturaleza, o una casa que, por cierto, fue su primer dibujo infantil.
Se trata de una especie de abecedario que no aprendió en la escuela, sino de manera autodidacta con la finalidad de contar sus propias historias.
Con eso de que hay tantos temas que tocar, que se pierde uno, al menos ''yo sí, entonces, he optado por este lado. Con la escultura es igual. Cuando tenía 11 años hice mis primeras esculturas de madera, las pinté con yeso y las enterré para darles textura. Ahora he vuelto a enterrar mis esculturas en cinabrio''.
Son piezas, adelanta Sergio Hernández, que se podrán ver en una exposición que prepara para el 22 de septiembre en el Museo José Luis Cuevas. También alista una muestra de esculturas en plata que hizo para la casa Tane, así como otra escultórica en Guadalajara.

No hay comentarios.: