lunes, junio 06, 2005

¿Quién lee a los escritores mexicanos?

Después de un mes de trabajar en el proyecto del Diccionario bio-bibliográfico de escritores mexicanos del siglo XX, me siento anonadada y apenada por tres razones: hay cientos de autores que no conocía; todos han obtenido mínimo tres premios y becas a nivel nacional y en el extranjero; no creo que pueda leer ni la mitad de la obra de todos ellos. Es increíble que una estudiante de literatura hispanoamericana se encuentre en tal estado de ignorancia sobre los escritores de su propio país, y sobre todo si pretende ser parte de ellos; sin embargo, me parece que este desconocimiento se debe también a que los encargados de la difusión literaria se concentran sólo en ciertos círculos y en ciertos autores. Por fortuna actualmente han salido varias antologías sobre la nueva narrativa, en las que se seleccionan autores de todo el país, haciendo divisiones generacionales: los nacidos en los 60, 70, 80, e incluso los incalificables. Y no nos olvidemos de quienes se dedican a los llamados subgéneros: la ciencia ficción, el fantástico, la novela negra, el policiaco, y últimamente la minificción o cuento breve. Sí, hay demasiado, y es difícil saber por dónde empezar, sobre todo si nos dejamos llevar por el prejuicio de que de entrada, si es mexicano es malo, entonces ni para qué perder tiempo. Yo entiendo que no es fácil comprar un libro para ver de qué se trata, pues cuando uno va a la librería, normalmente ya tiene una idea de lo que quiere, y de cuánto está dispuesto a gastar. De cualquier forma, están las colecciones del FCE, de la SEP, ISSSTE y de la UNAM, plagadas de autores mexicanos y mucho más accecibles que Alfaguara o Tusquets. También CONACULTA y Tierra Adentro han hecho buen trabajo de recopilación y divulgación, pero todavía hace falta muchas presentaciones de libros, distribución en librerías, reajuste de precios y apoyos no sólo económicos, sino de editores dispuestos a darle un empujón más fuerte a quienes empezamos. Por supuesto, también hace falta un compromiso real por parte de quienes solicitamos tales apoyos o buscamos premios y becas, pues hay que proponer calidad y originalidad ante todo, para que quienes deciden se den cuenta de que podemos aportar algo valioso a la literatura mexicana, y nunca dejarnos llevar por los compadrazgos o apalancamientos, que también son culpables de la mala fama de la nueva producción literaria.
Por lo pronto, si alguien no puede mencionar más de cinco autores mexicanos, aquí les propongo uno de los grandes, que este fin de semana acaba de recibir el premio Casa de América por su poemario Viernes de Jerusalén.
"Busco escribir libros bellos, al margen de si se venden o no", dice a La Jornada
Confieren a Marco Antonio Campos el Premio de Poesía Casa de América
ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL
Madrid, 3 de junio. Viernes en Jerusalén es el libro con el que el poeta mexicano Marco Antonio Campos fue galardonado con el Premio de Poesía Casa de América, que concede anualmente la prestigiosa editorial Visor.
El jurado del galardón, presidido por el poeta español José Manuel Caballero Bonald, eligió la obra de Campos de entre 419 manuscritos originales, lo que significa la publicación y distribución del libro en España y América Latina, además de una compensación económica de 6 mil euros.
Campos, autor de más de 40 libros y experimentado colaborador en las publicaciones culturales mexicanas, se encuentra desde hace varios meses en un pequeño pueblo próximo a Bruselas, donde se enteró de la noticia.
Cuaderno de viajes itinerante
En entrevista con La Jornada, Campos reflexionó sobre el contenido del libro y acerca de la función de escribir.
En cuanto a la importancia de recibir este premio, resaltó el privilegio de ser publicado por Visor, una de las dos editoriales más importantes de poesía, junto con Hiperión.
El escritor expresó: ''no me importa tanto la cantidad de los lectores, sino que sea un buen libro. Lo que yo he buscado siempre, como decía Nietzsche es escribir bellos libros, si se venden o no es otra historia".
En relación con Viernes en Jerusalén, Campos explicó que ''es un libro inédito que abarca textos desde 1996 hasta 2004. Tiene poemas sobre mi infancia, el trabajo del poeta, sobre los viajes, el paso del tiempo y las desdichas amorosas. Es una especie de lo que comentaba el poeta romántico inglés Woodworth: dejar pasar el suficiente tiempo para que lo vivido hace mucho tiempo se volviera en el poema tiempo presente".
El poeta argumenta la razón del título: ''En el libro hay poemas en prosa y en verso, también hay cuatro poemas largos, pero al que le tengo especial afecto es al que da título al libro, Viernes en Jerusalén, que lo escribí cuando fui profesor invitado de la universidad de esa ciudad.
''En el poema está México, la política, la religión, la violencia, la guerra y al final también la esperanza de la paz. Pues esa urbe que siempre ha buscado ser una ciudad de la paz realmente milímetro por milímetro es una de las metrópolis más sangrientas que existen."
Pero la reflexión poética de Campos también tiene muy presente sus viajes y estancias en otras ciudades, por eso confesó que tiene algo de ''cuaderno de viajes, itinerante".
Prosigue: ''He querido hacer a lo largo de los años una bella biografía, a lo mejor sólo salió biografía y no bella, pero lo he intentado de esa manera, porque al final de cuentas la verdadera vida del poeta está en sus versos. Ahí se conoce al poeta".
-Usted regresa a la infancia, ¿pero cómo lo hace, desde la melancolía o desde la elegía?
-A veces recurro a lo que decía Rilke en las Cartas a un joven poeta, que cuando uno sintiera que los temas están agotados hay que buscar el mundo de la infancia, porque siempre tiene algo que decirnos. Es cierto, porque ese mundo siempre tiene momentos mágicos que hacen que la imaginación encarne más fácil en los versos.
''Lo que uno busca son los momentos significativos de la infancia, por eso hay poemas que hablan, por ejemplo, de los abuelos, del cine que uno vio o la primera niña que le descubrió el cuerpo. Mi infancia fue digamos difícil, pero feliz, yo tuve una niñez, como diría Borges, de una pobreza decente, pero muy libre, porque encontré en la calle la libertad, y ese respirar creo que está detrás de todo lo que he escrito."
Primero imaginar, luego la emoción
En relación con el oficio de poeta, Campos señaló que ''cuando se habla de la hoja en blanco para referir el trabajo del poeta, la verdad es que da un poco de pereza; ésas son cosas para la academia o para los críticos que creen en eso del enfrentamiento con la página en blanco o los juegos del blanco y los espacios.
''Creo que la poesía es emoción y en un segundo término imaginación. La inteligencia sirve como control de la emoción y de la imaginación. La poesía debe nacer de los sentidos, de los sentimientos y de la imaginación, y la inteligencia debe servir como control, pero la poesía tiene una gran parte irracional que no puede controlar la inteligencia. Por eso es que en algunos poemas me pregunto si quizá perdurarán o si valió la pena el sacrificio de la poesía a cambio de la vida, si no debí haber vivido otra vida y no haberme dedicado a escribir y a leer.
''Yo digo que a pesar de todo la pregunta sigue ahí, y que para mí no tendrá respuesta."
Campos finalizó: ''En todos los poemas del libro hay una idea presente: creo en una poesía elegible, pero con secreto. Por eso a la lírica mexicana le ha hecho mucho daño esa poesía abigarrada, oscura y de atmósferas, que es prácticamente ininteligible, pero es la que se estudia más en las universidades.
''Estoy en favor de la poesía de vuelo lírico, pero que diga algo, pues la poesía no se comprende del todo, pero debe haber una mínima comprensión, pues hasta el siglo XIX fue narrativa, siempre se contaba algo."

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