viernes, noviembre 25, 2011
Historia de una mesAlterada
¿Por qué una mesAlterada?
Resulta que un día estábamos platicando sobre la manera en que los mexicanos somos tan dados a recibir, muy amablemente, lo que se produce en el extranjero: alimentos, ropa, accesorios de uso cotidiano como ipods y computadoras, películas, música, exposiciones, literatura, etcétera. Por supuesto no es nuestra intención dejar de consumir lo que nos guste de todo ello y mucho menos hacernos una capa con la bandera mexicana y enarbolarnos el cuerpo de nacionalismos férreos. En realidad lo que ocurrió fue que nos preguntamos: ¿Y la producción mexicana, a dónde llega, quién la compra, quién la pide, quién la necesita?
Particularmente en las cuestiones literarias –que son nuestras prioridades puesto que a ellas nos dedicamos en tanto que creadores, lectores, investigadores y difusores– nos preguntamos: ¿A quién influye o ha influenciado un autor, una corriente, un movimiento, una propuesta literaria mexicana en el extranjero? Porque una cosa es, nos respondimos, que algunos escritores extranjeros mencionen en algún prólogo, artículo o entrevista a Octavio Paz, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Amado Nervo y Sor Juana; pero de ahí a que alguien haya aceptado alguna vez que ha leído, no un poema o una novela de los autores mexicanos “más reconocidos”, sino por lo menos la mayor parte de su obra y que ello les haya influenciado de alguna manera en su trabajo creativo, no tenemos noticias o registros.
Y curiosamente, los escritores mexicanos no se cansan de enlistar a los extranjeros de distintos países, épocas y corrientes literarias. A ellos les dedican estudios académicos, ensayos, artículos, reseñas e incluso hacen traducciones de su obra. Aquí es donde cabe volverse a preguntar: ¿y de los mexicanos, cuándo, cómo, en dónde, quién, se ha afanado de la misma manera? Por supuesto que ha habido encuentros internacionales de poesía; intercambios promocionales/literarios en el sentido de “yo te publico y tú me publicas en mi revista o en una antología”; ferias de libro en el extranjero donde se dan a conocer las “novedades literarias de los autores más renombrados en México”; pero, un diálogo verdadero, a fondo, creemos que no se ha dado.
¿Y por qué?, nos volvemos a preguntar. Pues porque, para empezar, quizá los escritores y estudiosos extranjeros no encuentran en México una “oferta” literaria que valga la pena de estudiarse, no se diga ya leerse, lo cual no debería sorprendernos si tomamos en cuenta que nuestro país –tal vez sin que lo notemos de manera consciente– se ha forjado a partir del reciclaje y de la reproducción de modelos económicos, políticos, culturales y artísticos de otros países.
Esto no tendría que ser terrible si hubiera una retroalimentación equilibrada de lo que se importa y se exporta, esto es, que así como en México el mercado editorial está abierto a autores y editoriales extranjeras, ocurriera un exacto visceversa. El problema es, y volvemos a la literatura, que la poesía y la narrativa mexicana (por mencionar sólo los géneros más “populares”) se han impregnado tanto de influencias extranjeras, que hasta el día de hoy no se ha registrado una propuesta estética literaria lo suficientemente fuerte, capaz de ser un referente más allá de las visiones circunstanciales –todo aquello que testimonia un momento histórico/social específico–; institucionales –todo aquello que se enlista en alguna de las nóminas de los grupos que se distribuyen el poder y los erarios públicos–; mediáticas –todo aquello que se muestra como “lo más representativo de México a nivel internacional” y alternativas –todo aquello que se produce de manera autogestiva y se distribuye de mano en mano, en el mercado underground o en donde se les permite previo acuerdo. En este caso la producción literaria es, en cantidad, igual o mayor a la institucionalizada, pero en ocasiones se vuelve repetitiva en el afán de dejar en claro su marginalidad, y difícilmente plantea una propuesta estética concreta.
Entonces, volvimos a preguntarnos, ¿qué ha pasado con los creadores de la literatura mexicana; por qué en la historia literaria hay un punto de fuga en el que los movimientos que trataban de surgir y plantear alguna estrategia esquemática distinta en el siglo XX no lograron tomar fuerza y cimentarse (pero no para instituirse permanentemente, sino para dar paso a su natural transformarción/ derivación/ oposición); por qué, cuando la década de los setenta parecía ir marcando un buen camino en cuanto a pluralidad de propuestas estéticas en diversas disciplinas artísticas, de pronto hubo un tope, una especie de pausa, como un cohete que se arrepiente de culminar en explosión (como si alguien se hubiera dado cuenta de que la pluralidad es muy difícil de controlar y más vale jalar la cuerda y engavetar bajo llave todo lo relativo al concepto propositivo)? ¿Por qué seguir permitiendo que se avale la homogeneización, los métodos y modos a seguir, los cánones oficiales, el reciclaje?
Marco ya había planteado, en dos textos, gran parte de estas cuestiones (“Por una poesía evolucionaria” y “Poética de la inconexión”); sin embargo, quienes se interesaron por el tema y lo apoyaron diciendo que había que escribir y platicar mucho sobre ello, nos fueron dando pauta para que esta mesa surgiera, pues una de las opiniones constantes era: “el problema con los escritores y estudiosos es que no se dejan cuestionar, o se niegan a responder”.
Y tantas preguntas no pueden contestarse entre dos personas que comparten experiencias, críticas y visiones al respecto. Por ello decidimos abrir un diálogo con creadores, investigadores y comunicadores que tienen en común la diversidad de sus perspectivas. Y aceptamos la iniciativa de uno de ellos, Ángel Carlos, de que la discusión y el cuestionamiento se hiciera en la mesa de la casa, de forma tan natural como estábamos discutiendo sobre varios temas aquella tarde, pues no sería necesario un mantel de paño verde ni un señalador con nuestros nombres y mucho menos estar sobre un estrado para hablar, preguntar, escuchar, encontrar puntos en común y divergencias; proponer.
Finalmente, ¿por qué Alterada? No es que estemos planeando discutir a tal punto que todo derive en una gran pelea argumentativa. No. Lo que queremos es darle su lugar a la alteración en el sentido de búsqueda de un diálogo libre de prejuicios, inteligente, sin agresiones pero capaz de defender sus puntos de vista sin temor a ser reprimido.
Alterada, porque es necesario dar un salto de página y alterar, en el sentido creativo, crítico y de estudio, a la literatura mexicana y a todo el aparato que la rodea y de distintas maneras la manipula.
jueves, septiembre 29, 2011
18 de abril
Abriles literarios es un proyecto en curso sobre la aparición de la fecha 18 de abril en algún documento, de ficción o no, que se refiera al ámbito literario. Este proyecto no obedece a otro compromiso más que a la curiosidad sana y propia de la que aquí suscribe. Como soy asidua a la numerología, la idea es compilar 38 fragmentos (como los que aparecen a continuación) que harían referencia a la edad en la que aquellos nacidos un 18 de abril de 1978 deberían dar por terminado su ciclo de vida; ello, repito, siguiendo una teoría de la numerología que dice que la edad de muerte de una persona está indicada en su fecha de nacimiento.
Hasta ahora he encontrado que la fecha aparece en una entrada de diario que forma parte de un libro de Emiliano González; en una entrada del diario de Alejandra Pizarnik, y en una nota "reveladora" relativa a Virginia Woolf (dejo el enlace de la página que a mi parecer relata de manera más literaria dicha nota).
Por último, la imagen que ilustra esta entrada es de Leonora Carrington, se llama "El baño del pájaro" y la realizó en 1978. La elegí porque mi lectura del acto representado se refiere al bautismo como rito de iniciación, y qué mejor espíritu que el de Leonora para que ejecute el "golpe iniciatorio" en esta nueva búsqueda.
18 de abril, 1907
¿Y si la literatura, por el contrario, fuera una forma de la mística? Diríamos, en consecuencia: “Mientras más literario es un poema, más místico es”. Dos personas se debaten en mi interior.
Emiliano González /"El discípulo: una novela de horror sobrenatural" (Manuscrito de Aurelio Summers // a)La escritura verde) en Casa de horror y de magia, Joaquín Mortiz,1989
18 de abril de 1941
El 18 de abril de 1941, 21 días después de que Virginia Woolf se ahogó en el Río Ouse, su cuerpo fue encontrado por un par de niños. Virginia fue incinerada y sus cenizas fueron enterradas bajo uno de los 2 olmos en Monk’s House.
http://www.filmica.com/jacintaescudos/archivos/007350.html
18 de abril de 1965, Buenos Aires
No escribo más este diario de manera continuada. Tengo miedo. Todo en mí se desmorona. No quiero luchar, no tengo contra quién luchar. Todo esto es tan viejo, tan cansado. Ojalá pudiera no mentir nunca.
Alejandra Pizarnik/ Diarios, Lumen, 2003
martes, septiembre 06, 2011
No viven, arrastran
Buscando lo que no buscan: desarmarse sin saber que se desarman. Llorando lo que creen que no lloran: trastocan el invento, deslumbran sus propios ojos colgados de los árboles, secan el fruto recién esperanzadamente parido. No persiguen lo que persiguen obstinadamente: son incapaces de dejarse en paz la costra que, hecha para no olvidar el dolor, da comezón a diario. No dicen lo que estalla en sus párpados caídos en la luz de la nostalgia: gritan, acusan la imposibilidad de desempantanarse, de avanzar con las piernas y el cuerpo limpio, con la arañada conciencia en vías de regenerarse. No añoran lo que perdieron en el fuego, en el óxido, en la telaraña del desasosiego gratuito, del sufrimiento como impostura para jugar al maniquí azotado por la feroz incontinencia de la vida: no lo añoran porque lo sueñan, porque lo acunan en sus tiempos de ausencia, en sus idas al espejo: solos y vacíos. Ah! Pobres puntos apagados, enanas blancas esperando la consumación de su tiempo: no merecen ni un poco de asterisco ni satélite en mi galaxia de los puntos reflexivos. Puedo mirar sus cascarones, sus miradas autoconsumidas, sus corpulencias tintineantes e indefinidas, su inaplazable necesidad de robar a los otros lo que no pueden producir por sí mismos: sobrevivencia autogestiva. Es fácil identificarlos, incluso hablarles y soportarlos: hay que engañarlos haciéndoles creer que creemos sus engaños; no tomamos en cuenta ni sus insultos ni sus alabatorios; no nos interesamos en sus eufóricos proyectos que, como todo lo eufórico, se apaga con su propio incendio; no les hacemos ningún daño, por el contrario, les queremos, les alimentamos el ego y les decimos lo que quieren escuchar con tal de que no sospechen nunca que sabemos lo que de ellos creen que ignoramos: así son los fantasmas de reflexiones puntillosas: escarabajos cósmicos condenados a vagar en túneles que conectan cientos de galaxias: condena ganada a causa de haber sobrepasado la ruta tarifaria de vida que les fue concedida.
lunes, agosto 22, 2011
Sintaxis neurastenia
¿De qué manera la neurastenia afecta la percepción sensorial? ¿Podría considerarse a la neurastenia una afectación parecida a la sinestesia en cuanto que afecta a determinadas estructuras del cerebro y estas estructuras, por lo general dirigidas a la percepción, afectan la relación del cuerpo con el exterior? ¿La neurastenia es un estímulo modificador de los sentidos que, al alterar la forma de percibir lo que rodea al cuerpo, altera también la manera de expresar lo que le sucede en un contexto creativo? ¿La neurastenia podría ser entonces un estímulo activo que, al modificar la expresión corporal, modifica la sintaxis del lenguaje comunicativo y por ende del lenguaje creativo? ¿Puede controlarse y manipularse la neurastenia?
¿La sintaxis modificada a causa de la neurastenia es aplicable sólo al lenguaje poético, en el que las estructuras son susceptibles de modificarse lúdicamente para transmitir imágenes e ideas, o también al lenguaje prosódico, en el que subyace, casi siempre, una estructura cuya intención fundamental es comunicar una serie de eventos que obedecen a un orden cronológico, aunque no necesariamente lineal?
¿La sintaxis modificada a causa de la neurastenia es aplicable sólo al lenguaje poético, en el que las estructuras son susceptibles de modificarse lúdicamente para transmitir imágenes e ideas, o también al lenguaje prosódico, en el que subyace, casi siempre, una estructura cuya intención fundamental es comunicar una serie de eventos que obedecen a un orden cronológico, aunque no necesariamente lineal?
miércoles, agosto 10, 2011
Entre Amado Nervo y Amparo Dávila
Escribí el siguiente texto para la sección "Conexiones" de la Revista de Literatura del INBA, propuesta de Alberto Chimal en la que se busca establecer alguna relación entre autores que no coincidieron en tiempo y espacio, pero que comparten algún rasgo en sus propuestas literarias.
El sitio electrónico que aloja a la revista todavía está en construcción, pero en cuanto esté disponible, indicaré aquí mismo el enlace. Por ahora lo comparto aquí con ustedes.
TRANSGREDIR LA MUERTE: AMADO NERVO Y AMPARO DÁVILA
1. Nervo ominoso
La selección de los textos fantásticos de Amado Nervo (Tepic, Nayarit, 1870 –Montevideo, 1919) realizada por José Ricardo Chaves en la antología El castillo de lo inconsciente ha dado pie para revalorar la experimentación y búsqueda estética en la narrativa de un Nervo de quien era más conocida la voz humorística y sarcástica en sus crónicas y estampas, donde describe la incursión de los avances científicos a la vida cotidiana del siglo XIX en México. Aunque antes de que se publicara esta antología ya se conocían algunos textos sueltos –principalmente “El donador de almas” y “El sexto sentido”– que lo identificaban como precursor de la ciencia ficción mexicana, y por ende, de la literatura fantástica del país, es con esta antología que la propuesta de lo fantástico nerviano (como lo llama JR Chaves en su prólogo) cobra una forma más exacta y comprensible, resultado de una mezcla de sus raíces románticas y modernistas: “Las tensiones de la pareja, los miedos del enamorado, la mujer imposible de alcanzar, en fin, los asuntos amorosos que podrían haberse desarrollado en un registro realista y sentimental, en Nervo dan pie a diversas narraciones en las que esos problemas domésticos se vinculan con lo misterioso y fantástico. La alteridad erótica que la mujer representa respecto al hombre se manifiesta, en el tratamiento que hace Nervo, en alteridad fantástica, con todo lo ominoso que pueda conllevar.”
Y lo ominoso es, en este caso dentro del cuento “El diamante de la inquietud”, la influencia de alguien que ha muerto en quien le sobrevive, la manera en que la vida cotidiana y el destino quedan completamente trastocados a causa de un muerto.
En su cuento, Nervo empieza a crear un ambiente en el que nos introduce a la extrañeza dentro de una realidad que había descrito como cotidiana, una realidad en la que dos personajes comunes se conocen y empiezan a dialogar, y en vez de partir hacia el lugar común con el que se construye el ritual de la seducción, la mujer detiene el impulso del hombre al que está conociendo, para prevenirlo de un destino inquebrantable:
No puedo revelarlo. Pero llegará un día, debe llegar forzosamente un día en que yo me vaya. Y me he de ir repentinamente, rompiendo todos los lazos que me liguen a la tierra… Nadie… nada, óigalo usted bien, podrá detenerme; ni siquiera mi voluntad, porque hay otra voluntad más fuerte que ella, que la ha hecho su esclava.
-¿Otra voluntad?
-¡Sí, otra voluntad invisible!... Escaparé, pues, una noche de mi casa, de mi hogar. Si amo a un hombre, me arrancaré de sus brazos; si tengo fortuna, la volveré la espalda, y, calladamente, me perderé en el misterio de lo desconocido.
2. Amparo intangible
Por su parte, Amparo Dávila (Los Pinos, Zacatecas, 1928), de cuyas influencias literarias sabemos apenas lo siguiente: “Durante esos años de enfermedad y aislamiento leí mucha poesía española contemporánea, especialmente a Prados, Cernuda y Aleixandre, y descubrí a los escritores que han sido básicos para mi formación literaria: Herman Hesse, Kafka y D.H. Lawrence” y que ella misma no se asume como escritora de lo fantástico a pesar de que sus cuentos vislumbran la constante de lo ominoso, lo onírico y sobre todo la cotidianidad que se rompe con algún hecho lógicamente inexplicable, tiende un lazo con Nervo al reconocer que: “hablo siempre de la muerte que fue una presencia constante durante muchos años de mi vida y sigue siendo una incógnita inexplicable, angustiosa y terrible que no logro entender, y hablo también del amor, lo mejor que la vida puede dar y me ha dado.”
Aquí es donde encontramos un diálogo entre Amado Nervo y Amparo Dávila, sobre todo en los cuentos que conforman Árboles petrificados, y específicamente en “El abrazo” y “Árboles petrificados”, que bien podrían ser un solo texto.
Sin embargo se trata de un diálogo a manera de un juego de reflejo cruzado: si en el texto de Nervo el destino de Ana María está ya predeterminado, en los textos de Amparo Dávila prevalece siempre la posibilidad de soluciones alternas, pues construye personajes cuyo destino, aparentemente inquebrantable, es susceptible de ser modificado, como sucede en “El abrazo”:
Se quedó sin saber qué hacer o qué pensar, paralizada, como si de pronto hubiera caído en el vacío, debía ser la sorpresa, la emoción de volver a verlo cuando ya no abrigaba ninguna esperanza y, también, ¿cómo entenderlo, cómo explicárselo?, el no saber si sería su cuerpo, ese cuerpo que ella conocía tan bien, o si sólo sería humo o algo que se deshiciera entre sus manos, ella había visto la caja bajando hacia la fosa, también entonces se había preguntado una y mil veces si era él, su cuerpo, el que había dentro de aquella caja metálica que no había podido abrir, porque resultaba superior a sus fuerzas y porque no era posible que él estuviera ahí dentro, rígido, muerto…
Así, parece que Dávila responde, con sus textos donde prevalece un tipo de personaje femenino planteado por Nervo, a una inquietud constante en éste: ¿es que acaso los muertos terminan de irse alguna vez?; ¿es que acaso la presencia de los muertos llega a difuminarse del todo en algún momento?; ¿de qué manera pesan ellos todavía en la vida cotidiana de quien ha compartido la vida, sobre todo la vida amorosa con un muerto?
Si entendemos que uno de los preceptos básicos de lo fantástico literario es la irrupción de la vida cotidiana a causa de un hecho sobrenatural, qué más sobrenatural puede haber que la presencia constante de un espíritu de un hombre o mujer muerto en la vida de quien le recuerda, y que este recuerdo sea tan fuerte que pueda olérsele, pensársele, hablársele, estrechársele, temérsele: corporeizarlo nuevamente, como sucede a Marina en “El abrazo”:
Marina comenzó a percibir un olor, como de azahar o de limón o de hojas de naranjo, un perfume que invadía la habitación. Se olió las manos, no olían a nada, a jabón quizá; aspiró hondamente; era el olor que tanto le gustaba, el olor de él, a limpio, a lavanda. “Los aromas permanecen como los recuerdos, se quedan para siempre”.
3. Interdicciones
Esta permanencia de la que habla Dávila parece dar seguimiento al diálogo que sostienen Ana María y su esposo en el cuento de Nervo, cuando el misterio que la envolvía ha sido develado para establecerlo como conflicto real:
–Él ya desapareció. On ne peut pas vivre avec les morts (No se puede vivir con los muertos), dice el proverbio francés.
–¿Qué sabes tú? –me respondió con voz temerosa y con una extraña vehemencia–. ¿Qué sabes tú?... ¡Los muertos se empeñan a veces en seguir viviendo con nosotros!
El muerto, asomado perpetuamente a mi existencia, ¿qué pensaría de mi infidelidad? ¡El muerto! Te aseguro que desde que “él” se volvió invisible, lo siento con mayor intensidad a mi lado; y desde que me casé contigo, más aún. En todo rumor, en el viento que pasa, en los silbos lejanos de las máquinas, en el choque de los cristales de las copas y los vasos, ¡hasta en el crujir misterioso de los muebles advierto que hay tonos e inflexiones de reproche! Y me miran con reproche las estrellas, y viene cargado de reproches el rayo de luna, y el hilo de agua que corre, y las ondas del mar que se desparraman ondulando por la arena, se quejan de mi inconstancia, dando voz al alma del desaparecido. Tienes en él un rival implacable…
Es justo en estos párrafos donde se establece una conexión entre ambas voces. Aunque sus personajes hayan llegado a tales estados por vías distintas (en “El diamante de la inquietud”, a causa de la promesa hecha al amado antes de que éste muriera; en “El abrazo” y “Árboles petrificados” a partir de evocaciones que transgreden el ámbito mental y se materializan), ambos expresan el conflicto que prevalece en el tormento constante de estar divididos en dos realidades. Finalmente, en “Árboles petrificados”, Amparo Dávila se concentra en la mujer que ha debido sacrificar el amor de alguien más, alguien que está muerto y a quien no ha prometido nada, pero a quien asume que pertenece:
Siento que me está mirando fijamente y suspira, debe estar cansado, bosteza, ha de ser ya muy tarde, bosteza otra vez y comienza a desnudarse. La ropa va cayendo sobre la silla, la cama se hunde cuando se sienta a quitarse los zapatos. Se mete bajo las cobijas pegándose a mi cuerpo y empieza a acariciarme. Quisiera poder decirle que no me toque, que es inútil, que no estoy aquí, que sus labios no busquen los míos, yo ya he salido, ya estoy lejos conduciendo el automóvil por la avenida de los sauces, oyendo el zumbido de las llantas sobre el pavimento, viendo de reojo cómo avanza la aguja en el cuadrante… necesito llegar pronto, la calle se alarga hasta la eternidad, un hombre me saluda y sonríe, no quiero hacerte esperar, paso las luces rojas, sólo importa llegar, me has estado esperando a través de los días y los años, a pesar de la dicha y la desdicha, por eso es tan cierto nuestro encuentro, no hay otra manera de decirlo.
Mientras que Nervo otorga una solución inesperada al conflicto planteado desde el principio, pero insiste en la permanencia del mismo aunque se haya trasladado a otra víctima:
Le vencí, porque Ana María no se fue al dichoso convento a vivir exclusivamente para él, y por otra razón esencial: porque ahora iba yo a ser para el alma de mi amada el verdadero ausente, en vez del difunto… ¡iba yo a ser para ella el muerto! … ¡Ah!, si algo llevamos de nuestras pasiones, de nuestros apegos al otro lado de la sombra, si la muerte no nos deshumaniza y nos descasta por completo, el fantasma aquel, que tanto daño me hizo, habrá tenido a su vez celos de mí en su lobreguez silenciosa. De mí, el ausente de su mundo, el amado después de él, el verdadero muerto…
Aunque son pocos los estudios en torno a la obra de Amparo Dávila y su obra poco difundida y conocida hasta hace un par de años, después de publicarse una edición de sus Cuentos completos (FCE, 2008), es evidente la fuerza que radica en su propuesta de lo fantástico por la naturalidad con que explora y explota lo ominoso y ofrece umbrales donde confluye lo onírico con lo más mundano de lo real, creando así, situaciones donde lo confuso se transforma en un estado de extrañeza permanente. Asimismo, valdría la pena retomar la propuesta de lectura realizada por José Ricardo Chaves a la obra narrativa de Amado Nervo, para descubrir las variantes que toca, a través de sus ficciones, incluso las más cortas, de las posibilidades de lo fantástico.
Fuentes consultadas:
AUTORES VARIOS, Los narradores ante el público, Joaquín Mortiz, 1966.
DÁVILA, AMPARO, Tiempo destrozado, FCE, 1985. Música concreta, FCE, 1964. Árboles petrificados, Joaquín Mortiz, 1977.
NERVO, AMADO, El castillo de lo inconsciente. Antología de literatura fantástica (selección, estudio preliminar y notas de José Ricardo Chaves), CONACULTA, Lectura Mexicanas, 2000.
Enlaces:
http://www.letraslibres.com/index.php?art=13852
(Rafael Lemus sobre Cuentos reunidos, de Amparo Dávila)
http://www.ciencia-ficcion.com.mx/?uid=2&cve=11:05
(Miguel Ángel Fernández sobre la Ciencia Ficción Mexicana)
http://www.amadonervo.net/narrativa/minificciones02.html
(Ana Vigne Pacheco sobre Las minificciones de Amado Nervo)
El sitio electrónico que aloja a la revista todavía está en construcción, pero en cuanto esté disponible, indicaré aquí mismo el enlace. Por ahora lo comparto aquí con ustedes.
TRANSGREDIR LA MUERTE: AMADO NERVO Y AMPARO DÁVILA
1. Nervo ominoso
La selección de los textos fantásticos de Amado Nervo (Tepic, Nayarit, 1870 –Montevideo, 1919) realizada por José Ricardo Chaves en la antología El castillo de lo inconsciente ha dado pie para revalorar la experimentación y búsqueda estética en la narrativa de un Nervo de quien era más conocida la voz humorística y sarcástica en sus crónicas y estampas, donde describe la incursión de los avances científicos a la vida cotidiana del siglo XIX en México. Aunque antes de que se publicara esta antología ya se conocían algunos textos sueltos –principalmente “El donador de almas” y “El sexto sentido”– que lo identificaban como precursor de la ciencia ficción mexicana, y por ende, de la literatura fantástica del país, es con esta antología que la propuesta de lo fantástico nerviano (como lo llama JR Chaves en su prólogo) cobra una forma más exacta y comprensible, resultado de una mezcla de sus raíces románticas y modernistas: “Las tensiones de la pareja, los miedos del enamorado, la mujer imposible de alcanzar, en fin, los asuntos amorosos que podrían haberse desarrollado en un registro realista y sentimental, en Nervo dan pie a diversas narraciones en las que esos problemas domésticos se vinculan con lo misterioso y fantástico. La alteridad erótica que la mujer representa respecto al hombre se manifiesta, en el tratamiento que hace Nervo, en alteridad fantástica, con todo lo ominoso que pueda conllevar.”
Y lo ominoso es, en este caso dentro del cuento “El diamante de la inquietud”, la influencia de alguien que ha muerto en quien le sobrevive, la manera en que la vida cotidiana y el destino quedan completamente trastocados a causa de un muerto.
En su cuento, Nervo empieza a crear un ambiente en el que nos introduce a la extrañeza dentro de una realidad que había descrito como cotidiana, una realidad en la que dos personajes comunes se conocen y empiezan a dialogar, y en vez de partir hacia el lugar común con el que se construye el ritual de la seducción, la mujer detiene el impulso del hombre al que está conociendo, para prevenirlo de un destino inquebrantable:
No puedo revelarlo. Pero llegará un día, debe llegar forzosamente un día en que yo me vaya. Y me he de ir repentinamente, rompiendo todos los lazos que me liguen a la tierra… Nadie… nada, óigalo usted bien, podrá detenerme; ni siquiera mi voluntad, porque hay otra voluntad más fuerte que ella, que la ha hecho su esclava.
-¿Otra voluntad?
-¡Sí, otra voluntad invisible!... Escaparé, pues, una noche de mi casa, de mi hogar. Si amo a un hombre, me arrancaré de sus brazos; si tengo fortuna, la volveré la espalda, y, calladamente, me perderé en el misterio de lo desconocido.
2. Amparo intangible
Por su parte, Amparo Dávila (Los Pinos, Zacatecas, 1928), de cuyas influencias literarias sabemos apenas lo siguiente: “Durante esos años de enfermedad y aislamiento leí mucha poesía española contemporánea, especialmente a Prados, Cernuda y Aleixandre, y descubrí a los escritores que han sido básicos para mi formación literaria: Herman Hesse, Kafka y D.H. Lawrence” y que ella misma no se asume como escritora de lo fantástico a pesar de que sus cuentos vislumbran la constante de lo ominoso, lo onírico y sobre todo la cotidianidad que se rompe con algún hecho lógicamente inexplicable, tiende un lazo con Nervo al reconocer que: “hablo siempre de la muerte que fue una presencia constante durante muchos años de mi vida y sigue siendo una incógnita inexplicable, angustiosa y terrible que no logro entender, y hablo también del amor, lo mejor que la vida puede dar y me ha dado.”
Aquí es donde encontramos un diálogo entre Amado Nervo y Amparo Dávila, sobre todo en los cuentos que conforman Árboles petrificados, y específicamente en “El abrazo” y “Árboles petrificados”, que bien podrían ser un solo texto.
Sin embargo se trata de un diálogo a manera de un juego de reflejo cruzado: si en el texto de Nervo el destino de Ana María está ya predeterminado, en los textos de Amparo Dávila prevalece siempre la posibilidad de soluciones alternas, pues construye personajes cuyo destino, aparentemente inquebrantable, es susceptible de ser modificado, como sucede en “El abrazo”:
Se quedó sin saber qué hacer o qué pensar, paralizada, como si de pronto hubiera caído en el vacío, debía ser la sorpresa, la emoción de volver a verlo cuando ya no abrigaba ninguna esperanza y, también, ¿cómo entenderlo, cómo explicárselo?, el no saber si sería su cuerpo, ese cuerpo que ella conocía tan bien, o si sólo sería humo o algo que se deshiciera entre sus manos, ella había visto la caja bajando hacia la fosa, también entonces se había preguntado una y mil veces si era él, su cuerpo, el que había dentro de aquella caja metálica que no había podido abrir, porque resultaba superior a sus fuerzas y porque no era posible que él estuviera ahí dentro, rígido, muerto…
Así, parece que Dávila responde, con sus textos donde prevalece un tipo de personaje femenino planteado por Nervo, a una inquietud constante en éste: ¿es que acaso los muertos terminan de irse alguna vez?; ¿es que acaso la presencia de los muertos llega a difuminarse del todo en algún momento?; ¿de qué manera pesan ellos todavía en la vida cotidiana de quien ha compartido la vida, sobre todo la vida amorosa con un muerto?
Si entendemos que uno de los preceptos básicos de lo fantástico literario es la irrupción de la vida cotidiana a causa de un hecho sobrenatural, qué más sobrenatural puede haber que la presencia constante de un espíritu de un hombre o mujer muerto en la vida de quien le recuerda, y que este recuerdo sea tan fuerte que pueda olérsele, pensársele, hablársele, estrechársele, temérsele: corporeizarlo nuevamente, como sucede a Marina en “El abrazo”:
Marina comenzó a percibir un olor, como de azahar o de limón o de hojas de naranjo, un perfume que invadía la habitación. Se olió las manos, no olían a nada, a jabón quizá; aspiró hondamente; era el olor que tanto le gustaba, el olor de él, a limpio, a lavanda. “Los aromas permanecen como los recuerdos, se quedan para siempre”.
3. Interdicciones
Esta permanencia de la que habla Dávila parece dar seguimiento al diálogo que sostienen Ana María y su esposo en el cuento de Nervo, cuando el misterio que la envolvía ha sido develado para establecerlo como conflicto real:
–Él ya desapareció. On ne peut pas vivre avec les morts (No se puede vivir con los muertos), dice el proverbio francés.
–¿Qué sabes tú? –me respondió con voz temerosa y con una extraña vehemencia–. ¿Qué sabes tú?... ¡Los muertos se empeñan a veces en seguir viviendo con nosotros!
El muerto, asomado perpetuamente a mi existencia, ¿qué pensaría de mi infidelidad? ¡El muerto! Te aseguro que desde que “él” se volvió invisible, lo siento con mayor intensidad a mi lado; y desde que me casé contigo, más aún. En todo rumor, en el viento que pasa, en los silbos lejanos de las máquinas, en el choque de los cristales de las copas y los vasos, ¡hasta en el crujir misterioso de los muebles advierto que hay tonos e inflexiones de reproche! Y me miran con reproche las estrellas, y viene cargado de reproches el rayo de luna, y el hilo de agua que corre, y las ondas del mar que se desparraman ondulando por la arena, se quejan de mi inconstancia, dando voz al alma del desaparecido. Tienes en él un rival implacable…
Es justo en estos párrafos donde se establece una conexión entre ambas voces. Aunque sus personajes hayan llegado a tales estados por vías distintas (en “El diamante de la inquietud”, a causa de la promesa hecha al amado antes de que éste muriera; en “El abrazo” y “Árboles petrificados” a partir de evocaciones que transgreden el ámbito mental y se materializan), ambos expresan el conflicto que prevalece en el tormento constante de estar divididos en dos realidades. Finalmente, en “Árboles petrificados”, Amparo Dávila se concentra en la mujer que ha debido sacrificar el amor de alguien más, alguien que está muerto y a quien no ha prometido nada, pero a quien asume que pertenece:
Siento que me está mirando fijamente y suspira, debe estar cansado, bosteza, ha de ser ya muy tarde, bosteza otra vez y comienza a desnudarse. La ropa va cayendo sobre la silla, la cama se hunde cuando se sienta a quitarse los zapatos. Se mete bajo las cobijas pegándose a mi cuerpo y empieza a acariciarme. Quisiera poder decirle que no me toque, que es inútil, que no estoy aquí, que sus labios no busquen los míos, yo ya he salido, ya estoy lejos conduciendo el automóvil por la avenida de los sauces, oyendo el zumbido de las llantas sobre el pavimento, viendo de reojo cómo avanza la aguja en el cuadrante… necesito llegar pronto, la calle se alarga hasta la eternidad, un hombre me saluda y sonríe, no quiero hacerte esperar, paso las luces rojas, sólo importa llegar, me has estado esperando a través de los días y los años, a pesar de la dicha y la desdicha, por eso es tan cierto nuestro encuentro, no hay otra manera de decirlo.
Mientras que Nervo otorga una solución inesperada al conflicto planteado desde el principio, pero insiste en la permanencia del mismo aunque se haya trasladado a otra víctima:
Le vencí, porque Ana María no se fue al dichoso convento a vivir exclusivamente para él, y por otra razón esencial: porque ahora iba yo a ser para el alma de mi amada el verdadero ausente, en vez del difunto… ¡iba yo a ser para ella el muerto! … ¡Ah!, si algo llevamos de nuestras pasiones, de nuestros apegos al otro lado de la sombra, si la muerte no nos deshumaniza y nos descasta por completo, el fantasma aquel, que tanto daño me hizo, habrá tenido a su vez celos de mí en su lobreguez silenciosa. De mí, el ausente de su mundo, el amado después de él, el verdadero muerto…
Aunque son pocos los estudios en torno a la obra de Amparo Dávila y su obra poco difundida y conocida hasta hace un par de años, después de publicarse una edición de sus Cuentos completos (FCE, 2008), es evidente la fuerza que radica en su propuesta de lo fantástico por la naturalidad con que explora y explota lo ominoso y ofrece umbrales donde confluye lo onírico con lo más mundano de lo real, creando así, situaciones donde lo confuso se transforma en un estado de extrañeza permanente. Asimismo, valdría la pena retomar la propuesta de lectura realizada por José Ricardo Chaves a la obra narrativa de Amado Nervo, para descubrir las variantes que toca, a través de sus ficciones, incluso las más cortas, de las posibilidades de lo fantástico.
Fuentes consultadas:
AUTORES VARIOS, Los narradores ante el público, Joaquín Mortiz, 1966.
DÁVILA, AMPARO, Tiempo destrozado, FCE, 1985. Música concreta, FCE, 1964. Árboles petrificados, Joaquín Mortiz, 1977.
NERVO, AMADO, El castillo de lo inconsciente. Antología de literatura fantástica (selección, estudio preliminar y notas de José Ricardo Chaves), CONACULTA, Lectura Mexicanas, 2000.
Enlaces:
http://www.letraslibres.com/index.php?art=13852
(Rafael Lemus sobre Cuentos reunidos, de Amparo Dávila)
http://www.ciencia-ficcion.com.mx/?uid=2&cve=11:05
(Miguel Ángel Fernández sobre la Ciencia Ficción Mexicana)
http://www.amadonervo.net/narrativa/minificciones02.html
(Ana Vigne Pacheco sobre Las minificciones de Amado Nervo)
lunes, julio 25, 2011
Guadalupe Nettel sobre sus Pétalos
La tercera temporada del Kalindrafario se inaugura con la traducción que hice de una breve entrevista realizada a Guadalupe Nettel sobre los temas que aborda en el libro de cuentos Pétalos y otras historias incómodas, publicado hace tres años en México y traducido hace un año al francés.
Me pareció necesario hacer esta versión al español de su discurso porque creo que es una de las autoras a las que se les conoce poco y se les juzga fácilmente, atribuyendo a su escritura una limpieza y una hechura impecables en la que hace falta, según los comentarios que he escuchado y leído, una pizca de evocación imaginaria y un tratamiento menos evidente de lo anormal.
Sin embargo, creo que su expresión de lo anormal se plantea desde un punto de vista que radica en la exploración de la vivencia propia, y por lo tanto no necesita imaginar cómo afrontaría determinada situación un personaje con alguna rareza particular, sino cómo reacciona el entorno -con todo y sus personajes y estructuras establecidas- a cierta rareza, que es natural en el personaje. La rareza y lo natural: la complicación cotidiana de la convivencia humana: la incomprensión de uno mismo que imposibilita la comprensión del otro: fuerza de voluntad para avanzar en el conocimiento de uno mismo para conocer al otro = ligar la vida y la literatura para situar en un punto específico y geográfico de la vida a la literatura.
Aquí sus palabras:
"Continuamente me preguntan por qué escogí hablar del valor de la anormalidad de algunas personas y por qué mis escritos se refieren de manera cruda al cuerpo: los olores y todo lo relativo a las secreciones.
La normalidad es una especie de prejuicio que existe en nuestra sociedad, donde se supone que la gente debe ser de cierta manera, tener cierto tipo de cuerpo, un cierto tipo de comportamiento, y lo que sale de los parámetros convencionales es considerado anormal.
Creo que los seres humanos somos capaces, muy capaces, de ver la belleza en las obras de arte: cuando miramos una pintura abstracta, no decimos “esta pintura debería ser más grande o más estrecha, o más alta o más pequeña, o tener otros colores que no están ahí”. Somos capaces de ver la belleza en el cuadro por lo que está ahí, y no por lo que debería ser. Es parecido con las plantas: cuando miramos una planta no decimos “esa planta debería ser más alta o más pequeña, o tener un follaje más complejo o más grande”; decimos ella es bella porque es, ella es bella porque es única, es la razón por la que no se parece a ninguna otra planta.
Entonces, cuando miramos a los seres humanos, no sé por qué razón no tenemos esta apertura de espíritu, esta apertura del corazón –porque la belleza la vemos con alguna parte del corazón– y por el contrario, estamos juzgando con los parámetros convencionales. Por ello, lo que yo quisiera es señalar el hecho de que todos los seres humanos tienen características que les distinguen de los otros, y que todas estas características que quisieran borrar o esconder de la belleza de cada persona, es en realidad lo que les otorga la belleza única y diferente, como sucede con una planta o con una obra de arte.
Con el amor pasa algo muy parecido al tema de la belleza: es cierto que en algún momento, cuando nos enamoramos, estamos totalmente absortos y miramos a la persona como un ser celestial. Pero en realidad, mientras más pasa el tiempo y mientras más conocemos a la persona, mientras más convivimos con ella, nos damos cuenta que esa persona, que percibíamos más como una imagen, es en realidad un ser humano como todos los otros, que tiene una humanidad que implica olores y secreciones. Aceptar a una persona con toda esta humanidad es lo que realmente hace que el amor dure más tiempo. El cine suele mostrarnos relaciones de parejas a través de imágenes planas que no reflejan la realidad, porque, como decía, la vida en pareja se aprende en la aceptación total de la humanidad de la persona con la que uno comparte la vida, y creo que es eso sobre lo que yo me enfoco en esta selección de textos."
Me pareció necesario hacer esta versión al español de su discurso porque creo que es una de las autoras a las que se les conoce poco y se les juzga fácilmente, atribuyendo a su escritura una limpieza y una hechura impecables en la que hace falta, según los comentarios que he escuchado y leído, una pizca de evocación imaginaria y un tratamiento menos evidente de lo anormal.
Sin embargo, creo que su expresión de lo anormal se plantea desde un punto de vista que radica en la exploración de la vivencia propia, y por lo tanto no necesita imaginar cómo afrontaría determinada situación un personaje con alguna rareza particular, sino cómo reacciona el entorno -con todo y sus personajes y estructuras establecidas- a cierta rareza, que es natural en el personaje. La rareza y lo natural: la complicación cotidiana de la convivencia humana: la incomprensión de uno mismo que imposibilita la comprensión del otro: fuerza de voluntad para avanzar en el conocimiento de uno mismo para conocer al otro = ligar la vida y la literatura para situar en un punto específico y geográfico de la vida a la literatura.
Aquí sus palabras:
"Continuamente me preguntan por qué escogí hablar del valor de la anormalidad de algunas personas y por qué mis escritos se refieren de manera cruda al cuerpo: los olores y todo lo relativo a las secreciones.
La normalidad es una especie de prejuicio que existe en nuestra sociedad, donde se supone que la gente debe ser de cierta manera, tener cierto tipo de cuerpo, un cierto tipo de comportamiento, y lo que sale de los parámetros convencionales es considerado anormal.
Creo que los seres humanos somos capaces, muy capaces, de ver la belleza en las obras de arte: cuando miramos una pintura abstracta, no decimos “esta pintura debería ser más grande o más estrecha, o más alta o más pequeña, o tener otros colores que no están ahí”. Somos capaces de ver la belleza en el cuadro por lo que está ahí, y no por lo que debería ser. Es parecido con las plantas: cuando miramos una planta no decimos “esa planta debería ser más alta o más pequeña, o tener un follaje más complejo o más grande”; decimos ella es bella porque es, ella es bella porque es única, es la razón por la que no se parece a ninguna otra planta.
Entonces, cuando miramos a los seres humanos, no sé por qué razón no tenemos esta apertura de espíritu, esta apertura del corazón –porque la belleza la vemos con alguna parte del corazón– y por el contrario, estamos juzgando con los parámetros convencionales. Por ello, lo que yo quisiera es señalar el hecho de que todos los seres humanos tienen características que les distinguen de los otros, y que todas estas características que quisieran borrar o esconder de la belleza de cada persona, es en realidad lo que les otorga la belleza única y diferente, como sucede con una planta o con una obra de arte.
Con el amor pasa algo muy parecido al tema de la belleza: es cierto que en algún momento, cuando nos enamoramos, estamos totalmente absortos y miramos a la persona como un ser celestial. Pero en realidad, mientras más pasa el tiempo y mientras más conocemos a la persona, mientras más convivimos con ella, nos damos cuenta que esa persona, que percibíamos más como una imagen, es en realidad un ser humano como todos los otros, que tiene una humanidad que implica olores y secreciones. Aceptar a una persona con toda esta humanidad es lo que realmente hace que el amor dure más tiempo. El cine suele mostrarnos relaciones de parejas a través de imágenes planas que no reflejan la realidad, porque, como decía, la vida en pareja se aprende en la aceptación total de la humanidad de la persona con la que uno comparte la vida, y creo que es eso sobre lo que yo me enfoco en esta selección de textos."
lunes, marzo 28, 2011
Hay días que son días que son noches
Febrero/ miércoles 2/ 2011.
Pulsación de estrellas arremetidas contra el valle áspero. Caleidoscopio de escamas subaéreas y murmullos supraterráneos. Sólo hay síncopes de ¾ marcando el avance de la espiral nubosa en ascenso. Sube, sube, sube hasta explotar miríadas de ajenjo luciferino en las copas de las constelaciones. Espiral: sólo espiral arrebatada a la piel de un tiempo que no es más que un latido de mono-ave que desdobla su cuerpo al ras de pedruscos vibrantes: sonaja de tierra ardiente.
Febrero/ martes 8/ 2011.
Decidir la soledad no se determina de manera gratuita. La vida de cada individuo está poblada de enredaderas y secretos que explotan en flores y bulbos brillantes y hacen que uno olvide que hay raíces oscuras que a momentos asoman sus ojos claros de entre la tierra. Yo tengo muchos ojos así que parecen dormidos y que de pronto parpadean y gritan. Yo tengo flores de navajas adheridas a mi piel y a mi sonrisa que brotan como espuma de carbón sulfatado. Yo tengo el desatino de ser como mi otro yo. Ese no: el otro.
Febrero / jueves 10/ 2011.
Amanuenses desintoxicados. Desconfiar del cuello abierto por un pedazo de vidrio crótalo aceitoso de mar enharinado.
Febrero / martes 15/ 2011.
Desnudas, las cuencas estelares se desfiguran tras su caída silenciosa que sólo se rompe al entrar fulminantes en el océano.
Febrero / lunes 28 / 2011.
Desciende el sueño rozando las piedras húmedas, musgosas de la calle todavía inhabitada. Antes de saltar por la ventana, el sueño despega una a una las pestañas de esa mujer, para que entre, a sus ojos, neblinoso y de un azul opaco, el último día de su vida. Ya en la noche sabía ella que esto pronto terminaría. Ya en la noche se había cansado de buscar en su pensamiento alguna explicación del baile suyo y el abismo día a día. Ya en la noche le había quedado bien claro. Alguien había planeado para ella otra vida en otra tierra; pero para ella cualquier tierra era la misma: la inutilidad de la palabra y la sonrisa cada día era la misma aunque la luz y el aire les rodearan con nombres impronunciables por distintos, iguales por distintos.
Marzo / viernes 4 / 2011.
Despierta con las nubes enterradas en los ventrículos capilares. Sus uñas, cuarteadas y amoratadas de tanto aferrarse a la materia onírica, guían los dedos hacia la salida que sus ojos desconocen, que su cuerpo desconoce. “No quiero el musgo ni el agua enlamada; no quiero: son restos de la esperanza perdida de los dragones; no quiero”, murmura con la voz ronca, todavía revuelta de moléculas del sueño. Su estómago se estremece y su boca se abre tan involuntariamente que sangran sus labios al estirarse así, dibujando un óvalo de sangre y saliva, de gotas densas de plata que arroja en un vómito de cantos estridentes producidos por una y otra y otra sombra. Sus ojos se humedecen. Antes de sentir que el estómago entero también asoma en densos coágulos plateados por su boca, musita su voz: “Tampoco el día, tampoco el día quiero”.
Marzo / martes 8 / 2011.
Coordinar los músculos. Los ojos: dos esdrújulas diamantinas que se traspolan de uno a otro hemisferio para no dejar pasar la luz. Las manos se sacuden el rocío del sueño peninsular: península el infierno que renace una y otra vez cada noche como animal en constante estado de recreación-regeneración.
Marzo / lunes 14 / 2011.
Nunca serás princesa y mucho menos reina de ninguna historia. Ningún canto inspirará nunca tu incoherencia, tu desatino de observador cejudo, tu tropiezo constante entre roca y agua, atroz y convulsa palabra salina. No serás siquiera un esbozo de imagen acrayolada sobre la pared, línea incrustada en el árbol adolorido, marca de pintura en un auto accidentado. Dolor de nada, de nadie. Sonrisa de nada, de nadie. Sombra de la voz de fuego, de la tempestad cruentísima y sonora. Tus palabras son tu única escucha y respuesta: no hay más que silicio en la lengua de quien dice conquistar tus entrañas.
Marzo / martes 22 / 2011.
Escucho la campana de la torre custodiada por peces de latón. Peces embrujados cuyas escamas peludas exhiben ojos disecados. Uñas que carcomen el infierno escupitajo de ceremoniosos ojos tras los vientres maternos: ojos de sal de azufre de plenilunio arrebatado al casacajo de trompicones inevitables: la nube besa al sol.
*Selección de fragmentos que conforman el proyecto Breviario de la brevedad: Navajas iliadiarias, 2011.
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