martes, agosto 20, 2013

Veneno


La palabra que dice y llora. La palabra que se desenreda en el camino del colector de entrañas. La palabra que muerde hasta desintegrar las luces del faro en la otra orilla. La palabra durmiente que se abalanza con cuchillo y sierra eléctrica desde las raíces de todos los dientes. La palabra que arde en la inconsciencia del inocente verdugo a punto de estrenar el llanto ensangrentado de arrepentimiento. La palabra que antes de ser dicha se destornilla de lo más invertebrado del organismo para dejar constancia de que era casi imposible arrancarla de la cavidad estremecida en canto y llaga. La palabra desgajada, desmembrada en los cortes que ella misma va silabando en cada ideograma fónico al construirse en el aparato torácico-laríngeo. La palabra que se quisiera de oniria y membrana atómico polar y es de muerte, porque de sus pistilos brota la efervescencia de la costra herida dos, tres, cinco veces, y el humus de la ponzoña que gesta el dolor guardado en los peces voladores que incansables zarpan de la más profunda caverna.



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