jueves, marzo 23, 2006

La risa que celebra y la risa de la vergüenza

¿Cuántas veces nos atacamos de la risa al escuchar que alguien se echa un pedo por demás ruidoso? ¿Cuántas veces nos reímos de los sonidos que producen nuestros propios pedos al salir del cuerpo? ¿Cuántas veces nos hemos burlado o quejado de alguien que lo haga en público? ¿Y cuántas veces nos hemos preguntado por qué nos da risa, si es algo tan natural y necesario como orinar, llorar o estornudar?
Tampoco falta nunca la risa del que se tropieza, del que se cae, del que se equivoca en público, del que saluda hipócritamente. Es impresionante constatar hasta qué punto la historia de las civilizaciones se ha deformado y empobrecido en tanto empobrece la facultad de que los individuos se expresen libremente. La creación de reglas y estatutos que sólo buscan estereotipar y masificar a las sociedades ha ocasionado –sólo por mencionar los aspectos más particulares- que las personas desconozcan las funciones primarias de su cuerpo y se limiten a mantenerlo en constante remodelación superficial de acuerdo a las exigencias de la mercadotecnia y publicidad.
De esta manera, hombres y mujeres sólo se preocupan por cumplir con las normas establecidas en cuanto a la apariencia física sin preguntarse realmente cómo funciona su cuerpo y qué necesita. La única relación que tienen con él implica no comer cosas que engorden mucho y el tipo de cremas y masajes que necesita para verse bien.
Se entiende entonces que un pedo provoque risa o repulsión; que sea de mala educación sonarse los mocos en público y fuertemente (peor si es en el comedor); rascarse la oreja para sacarse la cerilla, y en general la simple mención de todo lo que tenga que ver con fluidos y desechos corporales. Sin embargo en el fondo de todo esto la principal culpable es la represión moral, pues alrededor de ella ha girado la creación de los estatutos y las reglas durante cientos de años, restringiendo los actos naturales no sólo de la conducta, sino de la fisiología humana.

A continuación comparto una nota que leí en la mañana y que provocó la reflexión anterior.

Revela Libro de las cochinadas, el placer de echarse una flatulencia
Los mocos, los escupitajos, el sudor, la orina y los eructos, imprescindibles para el funcionamiento del cuerpo
TANIA MOLINA RAMIREZ
Todos somos cochinos. Más vale aceptarlo y conocer nuestras cochinadas. Convencidos de esto, Juan Tonda y Julieta Fierro, reconocidos científicos profundamente comprometidos con la divulgación de la ciencia en nuestro país, escribieron El libro de las cochinadas, en donde nos presentan a "grandes salvadores" de los seres humanos: los mocos, la caca, los escupitajos, el sudor, la orina, los pedos, los barros, el vómito y los eructos. Parte fundamental de la obra son las divertidísimas e ingeniosas ilustraciones de José Luis Perujo, Premio Nacional de Caricatura. Si no fuera por los mocos, por mencionar un caso, entraría en nuestro cuerpo el polvo, los virus, las bacterias y los insectos. Gracias a la orina nos liberamos de "los desechos líquidos que no aprovecha nuestro organismo, principalmente, urea, ácido úrico, creatinina, sales, proteínas viejas, sudor y mucha agua".
El placer más grande
Pero los autores no sólo presentan a estos imprescindibles personajes, sino que celebran su existencia: "No hay placer más grande que echarse un pedo. Si estamos en una reunión o en una clase y nos da vergüenza echarnos uno, empezamos a sentir dolores en la panza y definitivamente no estamos a gusto hasta que logramos que salga. Lo más cómodo es levantar ligeramente una nalga para que pueda escapar libremente".
Fierro -directora general de Divulgación de la Ciencia de la Univeridad Nacional Autónoma de México (UNAM)- y Tonda están convencidos de que el rigor académico no tiene por qué ir acompañado de una cara seria y solemne.
Juan Tonda, físico y subdirector de medios escritos de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, cuenta a La Jornada que cuando le presentaron la obra a quien sería el primer editor, éste se quejó de que había demasiada caca en el texto. Ni hablar. Optaron por publicarlo con ADN Editores y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en 2005.
Pero así es la condición humana (llena de caca y pedos), como lo prueban los autores: "Nuestro intestino normalmente tiene alrededor de 100 mililitros de gas; así que estamos listos para cualquier contingencia. Y diariamente una persona común se echa alrededor de 15 pedos expulsando un total de entre dos y tres litros de gas".
De la diosa Tlazolteotl a cómo construir un cohete de mocos
En la obra se menciona cómo ha variado con el tiempo nuestro estándar de lo bien visto. Los romanos tenían un cuarto llamado vomitorio, y "en el siglo XIX, las escupideras eran comunes en casi cualquier lugar público, inclusive en las oficinas gubernamentales. Entre los aztecas existía la diosa de la caca, Tlazolteotl", también diosa de la fertilidad y el amor; mientras que en el famoso Manual de urbanidad y buenas maneras de Manuel Antonio Carreño se reprueba "la costumbre de levantarnos en la noche a satisfacer necesidades corporales".
El libro de las cochinadas también habla sobre las diferencias entre culturas, por ejemplo, los musulmanes usan la mano izquierda mezclada con agua (o arena) "para limpiarse las nalgas después de ir al baño" y la derecha para comer.
Los científicos, ambos galardonados con el Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia en México, no se reducen a lo que ocurre en nuestro planeta: ¿qué ocurriría si cagáramos y meáramos en el espacio? "La caca podría escapar por entre nuestras piernas y flotar alegremente por la nave espacial". Tras experimentar diversas maneras de resolver el problema, se idearon excusados como el del transbordador espacial Endeavor, con un costo de 250 millones de pesos.
Pero El libro de las cochinadas no sólo contiene datos, también trae ejemplos para poner en práctica, desde cómo construir un cohete de mocos hasta experimentos con pedos (como el tan conocido ejemplo del cerillo y la flatulencia).
Incluye, además, una sección de frases como "El señor don Argamasilla cuando sale chilla" (Francisco de Quevedo).
La obra está dirigida a personas de todas las edades. "Entre los niños tenemos muchos lectores", comenta Tonda. No resulta sorprendente: quizá los pequeños son al fin de cuentas adultos sin pena.
El maestro del pedo
Adultos como Joseph Pujol, conocido como Le Petomane (El Pedorro), quien, cuentan los autores, tocaba la Marsellesa... con el culo. Sí, logró manejar con tal maestría sus pedos que inclusive imitaba instrumentos durante su espectáculo en el Moulin Rouge, a finales del siglo XIX. Se cree que para crear tantas flatulencias tomaba enormes cantidades de agua mineral.
Quizá tras leer el libro, usted ya no se avergonzará de ese pedo que todos oyeron, y puede ser que hasta lo celebre.

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