De entre las notas que he revisado, me llamó la atención la que aparece en Letras Libres, en la que se critica, de entrada, que el teatro mexicano le dedique tantos espacios a Shakespeare, como si fuera el único dramaturgo cuya obra valiera la pena representar. Supongo que en algún momento se menciona que este año también se rinde homenaje a Shakespeare -lo mismo que a Cervantes- en distintos países del mundo, pero la verdad no lo recuerdo. Por supuesto hay una pequeña reseña sobre la puesta en escena de Gurrola, y por supuesto se habla mal de ella: se le atribuye recurrir al sensacionalismo, y se critica que Gurrola haya decidido -según la reportera- que podía prescindir de contar la historia verdadera y real de Hamlet porque supuestamente todos ya la conocíamos, y sólo nos entregara retazos de ella. Bueno, desconfío de mi memoria, y mejor entregaré próximamente la nota original. Lo que me llamó la atención es que el comentario iba más o menos en el mismo sentido de aquél por el que se desató la polémica, (y gracias al cual he indagado y descubierto más sobre Gurrola y Hamlet, pues por fortuna, la obra no resultó simplemente sensacionalista, sino que llamó la atención esta nueva revisitación a Shakespeare y ha sido tomada en cuenta por distintos medios para comentar su aportación al nuevo teatro) lo que me hace vislumbrar que, como en toda generación, siempre habrá visiones contrarias que encontrarán eco en convicciones del pasado o que tratarán de formar las que pertenecerán al futuro inmediato, y que ambas servirán para darle vida y fuerza al presente, ya sea a través del diálogo y el intercambio de ideas, o la refutación de las mismas y la búsqueda de nuevas conclusiones.
A continuación, dos reseñas: la primera, de La Jornada, sobre la presentación del libro, y la otra, del Reforma, sobre la lectura de la obra, que en realidad rescata pasajes del libro y de la puesta en escena, que al parecer son los predilectos de Woldenberg.
Presentaron la versión en español del creador escénico a ese clásico de Shakespeare
Descubre Juan José Gurrola a un Hamlet ''agudo, astuto, festivo y gran simulador''
CARLOS PAUL
Hamlet, el célebre personaje creado por William Shakespeare, más que ser un príncipe doliente, dubitativo, en busca de venganza, ''es un agudo, astuto y festivo gran simulador", que indudablemente se encuentra en el centro de un complot que lo afecta de manera directa en su herencia por el poder.
La anterior es la interpretación de Juan José Gurrola, Premio Nacional de Ciencias y Artes, a la clásica obra del dramaturgo inglés.
El creador escénico presentó ayer, en la Casa Universitaria del Libro, el volumen Hamlet, príncipe de Dinamarca. William Shakespeare, con traducción al español de su autoría.
Gurrola, quien estuvo acompañado por Hugo Gutiérrez Vega, Raúl Falcó, Daniel Giménez Cacho y Rodrigo Fernández de Gortari, explicó cómo inició la ''tarea monumental" de traducir Hamlet, hasta concluir dicha versión en prosa, ''revisada y mejorada" por Falcó.
Hace cuatro años, comentó el creador escénico, cayó en mis manos un pequeño librito escrito en 1950 por D.S. Savage, titulado Hamlet y los piratas, cuyo subtítulo provocó mi curiosidad: un ejercicio de detectación literaria.
Las primeras líneas en las que el autor explica abiertamente que va a ignorar las cuestiones metafísicas y éticas de la obra, para concentrase en descifrar las ramificaciones de la trama que han quedado relegadas por la mitología hamletiana, y que fueron las que impulsaron a Gurrola a descubrir a un Hamlet agudo, sagaz, astuto y festivo.
Ese punto de vista lo llevó a revisar la obra original en inglés, algunas traducciones como la de Estrada Marín y Madariaga, así como apoyarse de manera importante en el Dictionary of slang and unconventional english, que contiene coloquialismos, vulgarismos, apodos, jerga de bares y también palabras hoy en desuso de antiguos autores ingleses.
''Empecé a traducir casi a carcajadas al írseme revelando el gran simulador que es Hamlet. Travieso, intrigante y sobre todo comediante con muchas tablas y con un olfato fabuloso para el teatro y las respuestas del público."
Para Gurrola, Hamlet es un personaje que ''se burla o más bien blasfema contra el principio de casualidad", cuya complejidad los críticos han tratado de dilucidar en innumerables ensayos.
Escenificación en el teatro Carlos Lazo
La versión de Juan José Gurrola, destacó Gutiérrez Vega, ''asume el carácter intemporal de Hamlet, y convierte las palabras y las acciones de la tragedia en algo contemporáneo. Nos propone un acertijo y se dedica a resaltar los aspectos ingeniosos de la obra, de la agudeza de la que hace gala el príncipe cuando mete a todos en su laberinto y juega con el amor, la ternura maternal, el remordimiento, el cinismo y las intrigas palaciegas".
Gurrola ''nos hace partícipes de un nuevo matiz que los anteriores traductores (al español) no habían percibido. Y en esto, se hermana con Pasternak, cuya traducción de Hamlet al ruso es una obra de arte que homenajea con su rara perfección al texto original".
Con prólogo de Raúl Falcó, el volumen fue editado por el Departamento de Publicaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México.
José Woldenberg - Hamlet 09-06-05Descubre Juan José Gurrola a un Hamlet ''agudo, astuto, festivo y gran simulador''
CARLOS PAUL
Hamlet, el célebre personaje creado por William Shakespeare, más que ser un príncipe doliente, dubitativo, en busca de venganza, ''es un agudo, astuto y festivo gran simulador", que indudablemente se encuentra en el centro de un complot que lo afecta de manera directa en su herencia por el poder.
La anterior es la interpretación de Juan José Gurrola, Premio Nacional de Ciencias y Artes, a la clásica obra del dramaturgo inglés.
El creador escénico presentó ayer, en la Casa Universitaria del Libro, el volumen Hamlet, príncipe de Dinamarca. William Shakespeare, con traducción al español de su autoría.
Gurrola, quien estuvo acompañado por Hugo Gutiérrez Vega, Raúl Falcó, Daniel Giménez Cacho y Rodrigo Fernández de Gortari, explicó cómo inició la ''tarea monumental" de traducir Hamlet, hasta concluir dicha versión en prosa, ''revisada y mejorada" por Falcó.
Hace cuatro años, comentó el creador escénico, cayó en mis manos un pequeño librito escrito en 1950 por D.S. Savage, titulado Hamlet y los piratas, cuyo subtítulo provocó mi curiosidad: un ejercicio de detectación literaria.
Las primeras líneas en las que el autor explica abiertamente que va a ignorar las cuestiones metafísicas y éticas de la obra, para concentrase en descifrar las ramificaciones de la trama que han quedado relegadas por la mitología hamletiana, y que fueron las que impulsaron a Gurrola a descubrir a un Hamlet agudo, sagaz, astuto y festivo.
Ese punto de vista lo llevó a revisar la obra original en inglés, algunas traducciones como la de Estrada Marín y Madariaga, así como apoyarse de manera importante en el Dictionary of slang and unconventional english, que contiene coloquialismos, vulgarismos, apodos, jerga de bares y también palabras hoy en desuso de antiguos autores ingleses.
''Empecé a traducir casi a carcajadas al írseme revelando el gran simulador que es Hamlet. Travieso, intrigante y sobre todo comediante con muchas tablas y con un olfato fabuloso para el teatro y las respuestas del público."
Para Gurrola, Hamlet es un personaje que ''se burla o más bien blasfema contra el principio de casualidad", cuya complejidad los críticos han tratado de dilucidar en innumerables ensayos.
Escenificación en el teatro Carlos Lazo
La versión de Juan José Gurrola, destacó Gutiérrez Vega, ''asume el carácter intemporal de Hamlet, y convierte las palabras y las acciones de la tragedia en algo contemporáneo. Nos propone un acertijo y se dedica a resaltar los aspectos ingeniosos de la obra, de la agudeza de la que hace gala el príncipe cuando mete a todos en su laberinto y juega con el amor, la ternura maternal, el remordimiento, el cinismo y las intrigas palaciegas".
Gurrola ''nos hace partícipes de un nuevo matiz que los anteriores traductores (al español) no habían percibido. Y en esto, se hermana con Pasternak, cuya traducción de Hamlet al ruso es una obra de arte que homenajea con su rara perfección al texto original".
Con prólogo de Raúl Falcó, el volumen fue editado por el Departamento de Publicaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Juan José Gurrola ha vuelto a poner en escena Hamlet, y el papel del príncipe de Dinamarca lo encarna Daniel Giménez Cacho. Luego de verla y de leer el texto no puede uno quedar intocado.Hamlet es en primer término la exuberancia del lenguaje, la voluptuosidad del discurso, la capacidad de seducción de las palabras, el efecto hipnótico de lo bien fraseado. Ese primer contacto toca al espectador/lector, lo encanta y a partir de ahí aparece un mundo alucinante y alucinado.Hamlet es el conocimiento no deseado (la aparición del alma del padre que revela que fue asesinado), el descubrimiento de un crimen que trastoca la vida y la visión, el comportamiento y el lenguaje del príncipe huérfano. A partir de entonces, Hamlet expresa la angustia de vivir y la dificultad de cada decisión. Su razonamiento voluble, agudo, ansioso, expresará la zozobra en que transcurre la existencia; y sus ideas, como un péndulo, se moverán desde lo más íntimo a lo público; un ir y venir por la naturaleza humana, sus pasiones y su razón.Hamlet es la venganza impuesta, no deseada pero asumida. Cuando la sombra de su padre devela el asesinato y al asesino (su propio hermano, su sucesor, el nuevo rey), Hamlet contesta: "¿Qué lo sepa enseguida, para que, con alas tan veloces como la fantasía o los pensamientos amorosos, vuele a la venganza!" Y la venganza es un impulso vital que destruye todo lo aprendido: "Sí, borraré de las tabletas de mi memoria todo recuerdo trivial y vano, todas las sentencias de los libros, todas las ideas, todas las impresiones pasadas... Y sólo tu mandato (de venganza) vivirá en el libro y volumen de mi cerebro" (William Shakespeare. Obras completas. Tomo II. Aguilar. 1991. p. 231-32).Como el Quijote, en su real o impostada locura, Hamlet resulta luminoso. Se trata de la lucidez de la locura, del delirio razonable, de todo aquello que no podría -¿no querría?- decir el hombre de razón. Sus sentencias atraen y espantan. Dice Polonio: "Aunque todo es puro delirio, no deja de haber cierta ilación en ello... ¡Qué ingeniosas son a veces sus respuestas! Ocurrencias felices que suele tener la locura, y que ni la más sana razón y lucidez podrían soltar con tanta suerte" (p. 240).Hamlet es la ironía que acuchilla a la seriedad, el guiño perpetuo contra la solemnidad. Luego de que Hamlet mata accidentalmente a Polonio, el rey pregunta por él. "A ver Hamlet: ¿Dónde está Polonio?/ Hamlet: De cena/ Rey: ¡De cena! ¿Dónde?/ Hamlet: No dónde come, sino dónde es comido. Cierta asamblea de gusanos políticos está ahora con él" (p. 266). Se trata, entonces, de una tragedia a cada momento modelada por la mirada irónica que dinamita al tono grave que el narrador le inyecta a los acontecimientos. Como si Shakespeare se corrigiera a sí mismo, como si sintiera la necesidad de observar los sucesos con más de un lente, con más de una sensibilidad. El asesinato es en sí mismo una enorme calamidad y sus repercusiones resultan catastróficas, pero al mismo tiempo, y visto desde otra perspectiva, no es más que un minúsculo asunto que no trastoca el sinsentido de la vida.Hamlet puede ser una historia circular. Al final, Horacio, encargado de difundir la historia de Hamlet, dice lo que bien hubiera podido ser el principio de la obra: "Dejad que yo relate al mundo, que aún lo ignora, de qué modo han ocurrido estos sucesos. Así conoceréis de actos impúdicos, sangrientos y monstruosos; de muertes producidas por la astucia y la violencia, y como remate, de maquinaciones fallidas cayendo por descuido sobre la cabeza de sus inventores: he aquí lo que fielmente he de contaros" (p. 289). Una historia de ambiciones, crímenes, traiciones, amores frustrados, intrigas, pero que trasciende todo ello por la visión deslumbrada y pesadillesca del príncipe Hamlet.Como en las tragedias clásicas, Hamlet cree en el destino, es un determinista, pero a diferencia de los personajes de aquellas, se revela contra la fatalidad. Por un lado dice: "Si es esta la hora, no está por venir; si no está por venir, esta es la hora, y si esta es la hora, vendrá de todos modos" (p. 285). No obstante, sus acciones tienen la intención de contrariar lo que le impone la diosa Fortuna, "esa ramera". El mundo y sus personajes se le aparecen como un caos ominoso, pero por momentos tiene la vitalidad para pensar que él puede corregirlo. "¡El mundo está fuera de quicio!... ¡Oh suerte maldita!... ¡Que haya nacido yo para ponerlo en orden!" (p. 234). Sólo para después volver a caer en un profundo pesimismo.Hamlet es, parafraseando a Harold Bloom, "la invención de lo humano", en el sentido de que deja de ser un personaje arquetípico, unidimensional, para convertirse en el portador de las pulsiones que cruzan la vida y el pensamiento de los hombres. Dinamarca y el mundo son una cárcel, pero pueden no serlo si se les percibe de otra manera. La ambición puede desatar catástrofes mayúsculas, pero puede ser también "tan aérea y ligera como la sombra de una sombra".Hamlet es la autoconciencia de lo humano. Un momento estelar de la introspección, una fuerza de la naturaleza que se trasciende a sí misma, una revelación reflexiva (aunque sea una contradicción en sus términos). "¡Qué obra maestra es el hombre! ¡Cuán noble por su razón! ¡Cuán infinito en facultades! En su forma y movimiento, ¡cuán expresivo y maravilloso! En sus acciones, ¡qué parecido a un ángel! En su inteligencia, ¡qué semejante a un dios! ¡La maravilla del mundo! ¡El arquetipo de los seres! Y, sin embargo, ¿qué es para mí esa quinta esencia del polvo?" (p. 242).Hamlet es una identidad escindida que es capaz de ver más lejos que el resto. Por ello la muerte es al mismo tiempo aterradora ("esa ignorada región cuyos confines no vuelve a traspasar viajero alguno") y redentora ("cuando nos hayamos librado del torbellino de la vida"); la conciencia al mismo tiempo que ayuda a descifrar la vida, también petrifica, lleva a la inacción ("la conciencia hace de todos nosotros unos cobardes"). Entre la opresión de la vida (no repetiré el célebre pasaje de "ser o no ser") y el temor a esa zona inexpugnable que es la muerte, transcurre la existencia humana: luminosa como la locura, esclava de múltiples pasiones, conjugando la virtud y el vicio, libre y sumisa.Hamlet es, como dice la reina, su madre, un "loco como el mar y el viento cuando disputan entre sí cuál es más fuerte".¿Todo eso está en la puesta en escena de Gurrola? No lo sé. Cada espectador sacará sus conclusiones. No obstante, creo que la obra es eso -y mucho más.
6 comentarios:
Hola, Iliana. No conocía tu blog pero ahora vendré tan seguido como pueda.
¿No es maravilloso que obras como ésta (y otras) sigan siendo capaces de inspirar lecturas numerosas y en muchos casos contrapuestas? Leo sobre Gurrola y pienso, por ejemplo, en los Hamlets de Hollywood, que deliberadamente juegan con los escenarios aunque rehuyen las lecturas profundas; pese a todo, no dejan de ser versiones de Shakespeare, facetas de un original vastísimo cuya plenitud nos elude...
Pienso en esto y tiemblo por mi destino de escritor, pero por contra me alegro mucho por el de la literatura. Gracias por la nota y muchos saludos.
¡Qué sorpresa Alberto! No me había animado a invitarte porque llevo poco tiempo con esto, pero ¡bienvenido!
Doña Iliana, gracias por sus visitas y hablando de "Chespir", bueno fuí a ver una obra donde sale uno de nuestros chespirianos actores, no, no un bichir, sino, Juan Manuel Bernal, y bueno lo que no me gusta de algunas adaptaciones de chespir es que no las hacen bien, digo, puedes contemporanizar la ambientación tal vez torcer un poco los dialogos pero no pretender seguir algunas cosas y otras no, la que vi, pues era en cierta forma más clásica excepto que uno de los principes extranjeros era Mexicano y era charro, CHAAAALE, primero un principe Mexicano, no usaría un traje de charro, segundo no se llevaría su traje de charro, bueno regreso a la ficción y no a la posibilidad de que pueda ser real. Chale esos estereotipos hasta aqui los usamos, cierto pudo ser mexicano pero algo más sutil no una mamarrachada de mariachi, como me pareció. No se mucho de teatro pero algunas cosas que he visto como que les quieren agregar un chilito verde irreverente, que es de hueva, de entrada no tienen que experimentar nada porque Chespir jala mucha gente, pero además quieren hacer algo con chilito verde, humm no, o lo hacen todo al mero estilo época mariachi y no le ponen El Mercader de Venecia sino ADAPTACION del El Mercader de Venecia o que no anden con mamarrachadas, pero bueno tendré que ver la de Hamlet, lo malo es que vi el Mercader de Venecia, que me gustó mucho excepto por el chile verde irreverente.
Saluditos
Iliana, aprovechando (y ojalá no sea desatento) te dejo una cadena literaria de esas que circulan por la red, a ver si te interesa responderla. Un saludo.
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1) Estás atrapado en Fahrenheit 451, ¿qué libro te gustaría ser?
2) ¿Alguna vez te enamoraste de algún personaje de ficción?
3) ¿El último libro que compraste fue...?
4) ¿Qué estás leyendo actualmente?
5) Cinco libros que llevarías a una isla desierta:
6) ¿A quién le pasas el relevo y por qué?
Qué hay, Shinigami, ´pues qué mal que te tocó ver esa adaptación del Mercader. De hecho, Mote y yo estuvimos a punto, pero nos libramos. Y es que después de ver Hamlet, los papás de Mote se emocionaron y dijeron "a lo mejor también está buena". Pero regresaron bien enojados y descepcionados, por lo que ni se nos ocurrió pararnos por ahí. Creo que en efecto, con esa adaptación pasó lo mismo que hacen con otras películas que quieren caracterizar como mexicanas, pero que sólo llenan de clichés. Mala suerte. Y peor suerte si no alcanzó a ver Hamlet, pues la quitaron el 12 de junio y la reestrenan hasta octubre.
Alberto, para nada es una descortesía, por el contrario, me da gusto que vengas a visitar este novato blog. Por lo de la cadenita, pues no tengo objeción, porque nunca me habían invitado a contestar una, así que aquí va.
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